Melissa Patiño y sus estado de derecho
Luis Fernando Chueca
¿Causa indignación el espectáculo de una poeta presa? Deberíamos decir, en realidad, que es indignante -debería serlo- que cualquier ser humano inocente lo esté, contradiciendo así los más elementales principios de justicia de una sociedad que quisiera, por fin, saberse democrática. Pues bien, por estos días nos toca asistir a la triste confluencia de ambas circunstancias: Melissa Patiño, joven, poeta, inocente, está detenida desde el 29 de febrero. Y, desde mediados de marzo, sometida a un sistema de reclusión de máxima seguridad en el Penal de Santa Mónica.
Melissa viajó a Ecuador para asistir al Congreso de la Coordinadora Continental Bolivariana. Inicialmente ella no iba a ir, pero como el director del programa de radio donde trabaja -que había sido invitado en su calidad de periodista- no podía participar, le ofreció la posibilidad de cubrir su plaza en este evento, público y autorizado, que se celebró en la Casa de la Cultura de Quito. La poeta, inquieta y curiosa promotora del colectivo cultural Círculo del Sur, lió maletas y partió rumbo a lo que suponía una experiencia enriquecedora humana y culturalmente. En Quito buscó escritores, visitó librerías, entabló amistades. También participó de algunas conferencias del congreso bolivariano y de una marcha. A su vuelta, al cruzar la frontera hacia Aguas Verdes, fue detenida junto a otros seis ciudadanos supuestamente sospechosos de los mismos cargos que ahora se le imputan.
¿Cuáles? Terrorismo, conspiración, planificación de acciones ilegales contra las próximas cumbres internacionales. Así comentaron algunas autoridades que procuraban hacer alarde de su rápida "eficiencia". El reciente auto de apertura del proceso lo confirma. La acusación: terrorismo (esa palabra que debiera usarse con cuidado pero que suena casi a comodín cuando se pretende denigrar, embarrar o liquidar). La evidencia: haber participado del evento en cuestión. Total, dicen, en la organización de la CCB participan las FARC y el MRTA. Eso, aseguran, la incrimina. Y el delirio fiscal llega a mencionar, como pruebas -las únicas-, que Melissa vio unas pintas que decían "Alan genocida" y visionó, como tantos otros allí, un video que llevaba los saludos del dirigente de las FARC Raúl Reyes. También se apunta que en la marcha mencionada cargó brevemente una banderola.
Melissa ha declarado que no es chavista, ni milita en ningún partido de izquierda ni pertenece a alguna de las casas ALBA. Tampoco siente admiración por las FARC ni el MRTA. ¿Qué hacía ahí, entonces?, preguntarán los suspicaces. Y se podría responder que curiosidad e ingenuidad la llevaron hasta Ecuador. Pero también habría que recordar que, incluso si ella fuera "bolivariana", o si hubiera expresado alguna simpatía por las FARC o el MRTA, eso no la haría culpable de nada ante la ley. En nuestro país no existe el delito de opinión y, si se piensa que hay razones para investigar, no pueden abandonarse la elemental presunción de inocencia, los mecanismos legales y el pleno respeto de todos los derechos.
Sin embargo el panorama, que debiera ser transparente, se enturbia al recordar que hace menos de diez días se denunció, también por terrorismo, a los dirigentes comunales, abogados y ambientalistas que promovieron la consulta vecinal en Ayabaca sobre la minera Majaz, o que ha habido muertos civiles -todo indica que por disparos policiales- en protestas recientes. Si a esto añadimos el allanamiento de locales en la calle Quilca y aledaños, en el Centro de Lima, recintos frecuentes de músicos, poetas y pintores, precisamente a poco de haberse realizado el primer plantón por la libertad de Melissa Patiño, y sumamos la cancelación de los talleres literarios conducidos por Rocío Silva Santisteban en Santa Mónica, luego de que ella escribiera un artículo sobre esta detención, todo resulta más ensombrecido.
¿Amedrentamiento? ¿Intento disciplinario? ¿Criminalización de la disidencia y la protesta? ¿O quizás es el anuncio de que el destino escogido para el famosísimo "perro del hortelano" son las rejas dispuestas por el tal señor hortelano? Total, esas voces y ladridos desarreglan la melodiosa música que producen las tan boyantes cifras macroeconómicas.
Como ha escrito el poeta Óscar Limache, el triste espectáculo de Melissa Patiño en Santa Mónica nos recuerda, a los setenta años de la muerte de César Vallejo, que en el Perú se sigue deteniendo injustamente a los poetas; pero también -y más- a tantos otros inocentes. Los gestos de solidaridad por Melissa que, en estas últimas semanas, se han incrementado (en la prensa, en blogs, en eventos, declaraciones y manifestaciones públicas) son alentadores frente al posible desánimo de muchos. Pero hacen falta más, aún, para que nuestra joven poeta esté pronto de vuelta. Hace falta, así mismo, que veamos a los otros inocentes también de regreso con los suyos y, sin duda, que estemos atentos a la urgencia de vivir en democracia que es también, no lo olvidemos, justicia y libertad. Cito otra vez al poeta Limache: "Si no es para solidarizarnos con el dolor humano, no entiendo para qué más podemos tener voz los poetas".
* Tomado del Diario El Comercio. La foto es del Encuentro de Editores y Escritores Sanmarquinos, 2007
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