Crónica desde la tribuna de cómo Alianza se salvó de la baja. Vara celestial no descartada.
Augusto Rubio Acosta
En la edición Nº 2057 de la revista Caretas -que apareció el pasado jueves- se ha publicado una crónica cuyo autor es este cimarrón. Los dejo con esta pequña historia:
Habrán sido los potrillos, causa, seguro el “Pechito” le habrá hablado al que gobierna el cielo para que el equipo no baje, para que todos aquí en la tribuna ahora estemos contentos (algunos llorando) y podamos regresar tranquilos y con la frente en alto al barrio, a la jato, a continuar con nuestras vidas. Por eso vengan a persignarse acá, niños, acá en la imagen del Señor de los Milagros, vengan. El día que sean grandes, ustedes comprenderán… Venga, madrina, ya no llore; ya nos salvamos, seguiremos en primera…
Las cinco de la tarde en el estadio de Matute y el árbitro Manuel Garay -a quien toda la tarde la tribuna ha gramputeado- ha hecho sonar su silbato permitiéndole al hincha grone respirar y sonreír. El gentío se aglomera ahora ante la imagen del Cristo Morado -en los pasadizos de Occidente- para agradecerle el favor, mientras en Sur la barra le grita “estafador” al presidente Carlos Franco. ¡Yo sabía Señor que tú nos ibas a salvar, yo sabía, carajo!... ¡Pero por qué tanto sufrir (Alianza), si así ha sido siempre nuestra vida! ¡Cuántas veces hemos dejado de comer para venir a verte…! Si hasta le hemos robado un billete a la vieja para seguirte y hasta ahora papá continúa buscando en el cielo su grabadora que imagina extraviada…
Un muchacho agita un cucharón de palo al interior de la enorme olla de mazamorra morada que –humeante- suele estar a la venta en vasitos descartables junto a la puerta de ingreso al palco de socios. La gente no quiere irse del estadio. Muchos se han quedado en la tribuna y continúan abrazados, saltando, gritando a los cuatro vientos los cánticos que surgen de las gargantas de la Popular que esta tarde estuvo más palpitante que nunca. Hemos vuelto a Matute después de mucho y no sabíamos si comportarnos con la formalidad periodística del caso o si dejar fluir el sentimiento que desde siempre nos ha embargado. Quizá por eso decidimos no instalarnos en el palco para periodistas y preferimos confundirnos entre la gente.
¿Recuerdas la primera vez que fuimos a ver a Alianza? Fue en el Nacional y en ese entonces jugaban Pitín, Perico... Pero lo que yo más recuerdo, causa, es la noche que jugamos ante Independiente con un equipo parchado porque los potrillos se habían ido reciencito en el Fokker, y durante el minuto de silencio, todo el mundo estaba llorando, todos… Lo mismo pasó ante “Bolo”, igualito… La voz de Ernesto se quiebra cuando recuerda las cosas que ha vivido primero en la Popular (cuando no tenía chamba, menos billete y era un humilde mecánico) y después en Occidente, cuando los tiempos y su vida cambiaron. Ahora ha traído al estadio a sus pequeños hijos: a Adriana de cinco y Ernestito de cuatro años, para que aprendan a querer y a sentir lo que a él siempre lo ha movido.
A la una de la tarde los puentes sobre la Vía Expresa y las arterias aledañas empezaron a poblarse de camisetas listadas que se dirigían a La Victoria. La cita era impostergable y la gente así lo entendió. En el camino, los revendedores hacían realidad su Navidad junto a la feria de comerciantes informales de comida y camisetas que suelen apoderarse del asfalto aledaño al estadio -cuando juega el equipo del pueblo- y lo dejan hecho una inmundicia. Cuando entramos al distrito la policía había tomado Isabel La Católica. A la 1 y 30 llegó el bus de Alianza con los futbolistas provenientes de su concentración en Miraflores y la hinchada apostada en Sáenz Peña y Manco Cápac -más que aplaudirlos- los presionó sobremanera con lisuras y gritos destemplados.
… después yo he seguido a Alianza a todas partes. Estuve en Talara el día de la vuelta olímpica que tantos años esperamos. Igual en la vuelta acá en Matute y en varias Libertadores que jugamos contra los ecuatorianos. Por tierra nomás me iba, viajaba con la barra, con mi gente de El Porvenir. Cuántas veces he mechado a las “gallinas”. Hasta preso he estado por Alianza y no me arrepiento, chochera, como que me llamo Ernesto Gálvez ¡Vamos, te invito una cerveza, hermano, bajemos por acá por Abtao. Pero ya deja apuntar cojudeces en tu libreta, Alianza ha ganado, mano, eso es lo importante!... Chau, madrina, gusto de verla, cuídese la salud. Me ha dado gusto que le hayan hecho su homenaje. Vamos muchachos, embarcamos a mi ñori con los chibolos y nos vamos donde el “Sastre”. Y dime, causa, ¿de qué medio dices que eres?...
“Te puedo amar, te puedo odiar, pero nunca abandonarte”. Así rezaba la frase estampada en la bandera blanquiazul que un par de jóvenes amarraban al alambrado de Oriente poco antes del partido. En Sur también flameaba una imagen de los caídos en el Fokker. El estadio entero se había vestido de fiesta para que Ana Pretell -la madrina de Alianza, la octogenaria que siempre ha acompañado al equipo en los estadios del país y que luego se vendría a sentar casi a nuestro lado en Occidente- recibiera el homenaje de todos en un día difícil, cuando la angustia de tocar fondo la vivíamos cerca del cielo.
La tarde del domingo la asumimos distinta. El trámite del partido fue intrascendente a pesar del resultado que permitió a Alianza mantenerse en Primera División. Lo importante estuvo en las gradas, en el sentir de la gente, en las mentadas de madre pidiendo tiempo -mirando el reloj- y en los gestos de desesperación de los chinos, negros, gringos y cholos –pobres y ricos- que abrazados poblaron Matute para el grito desaforado, para el papel picado y los contómetros cruzando el aire del Alejandro Villanueva como si en ellos se desvaneciera la esperanza. Alianza estuvo como nunca antes en el limbo, al borde del precipicio; jugando mal salvó raspando la categoría con una ayudita de sus amigos (los potrillos de arriba el cielo) y jugará en primera el 2009. Por eso su pueblo –esa inefable procesión que lo acompaña a donde va- se fue tranquilo; eso es lo importante.
* Tomado de Caretas Nº 2057.
felicitaciones sinceras, augusto. nadie màs que tpu merece lo que has obtenido. sigue adelante.
ResponderBorrarun abrazo
adolfo. ll. (NY)
!Buena crónica, Augusto!
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