Leyendo El País, me entero que el 40% del presupuesto municipal de Medellín se dedica a la educación y que el objetivo del gobierno del alcalde Alonso Salazar es tratar de romper el ciclo de la pobreza a través de la cultura.
El metrocable no sólo le ha cambiado la vida a ese niño sino también a miles de vecinos que habitan en esa comuna de ladrillo, cemento y tejados de uralita, donde la pobreza es más que visible y donde los años duros en los que los narcos tenían en esas laderas de la montaña el caldo de cultivo empiezan a estar en el recuerdo. La construcción de un puente en uno de los barrancos ha logrado unir a familias enfrentadas durante años en las que las navajas y pistolas campaban a sus anchas, en los que los muertos se apilaban en el fondo del barranco y en los que la vida tenía el precio marcado por el jefe de la zona. En el área metropolitana de Medellín habitan cerca de cuatro millones de personas y más del 80% viven en el umbral de la pobreza.
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