En estos tiempos de canallas, una cáustica y provocadora reflexión sobre el origen de la maldad, elaborada por un distinguido fisiólogo celular y molecular. A partir de una perspectiva genética (que no prescinde de la historia, la literatura e incluso la filosofía), Cereijido se plantea explicar la “hijoputez”, catalogada como “infamia universal”, y propone averiguar en este ensayo si este término es sólo un “coloquialismo procaz” o, por el contrario, es una expresión que corresponde a una entidad real, opción ésta que al final lo guió en su investigación. Se pregunta enseguida si la cuestión es algo meramente cultural que tiene además un sustrato biológico, es decir “un elemento que se forjó en la evolución de las especies que confluyó en el Homo sapiens, de modo tal que se introdujo algún ingrediente biológico transmitido genéticamente y que nos compele a dañar al prójimo”. Por suerte, agrega Cereijido, “la hijoputez no es el único producto de la evolución de las especies… existe también la simbiosis y la cooperación, incluso el altruismo y la abnegación, que intentan superar las dificultades de la lucha por la existencia”.
El autor despliega sus argumentos en ocho polémicos capítulos: “Panorama de la hijoputez” (una florida colección histórica y heterogénea de situaciones, modelos y ejemplos de iniquidades y perversidades humanas); “Maneras de interpretar la realidad” (conciencia e interpretaciones inconscientes; la función del Doppelgänger; agresividad y ciencia moderna); “¿Raíces biológicas de la hijoputez?”(en busca de bases genéticas; el concepto de “pechinas”; las funciones cerebrales; crianza y ambiente social; incremento histórico de las hijoputeces; dicotomías erróneas; flujos de energía, cadena trófica e “hijoputez biológica esencial”); “¿Qué son las circunstancias?”(restricciones y amor ; circunstancias propicias para la maldad; “obediencia debida”; propiedades emergentes; sistemas complejos; “la hijoputez es una característica universal que tiene determinantes biológicos”); “Un cambio de la gran pauta” (de la Edad de Piedra a la revolución agraria; intoxicación cognitiva; la cultura inventa la pobreza, “la peor forma de violencia”; analfabetismo científico e ignorancia aplicada); “¿Y si el problema fuese que no hemos logrado ser suficientemente hijos de puta? (“cuando se está entre malos, hay que tratar de ser el peor… No siempre se puede separar el bien del mal en forma tajante”); “Los usos de la hijoputez” (¿bases neurales de la ética?; religión y perversidad; “a veces no hay más remedio que ser hijo de puta”; darwinismo social) “¿Las prostitutas tienen algo que ver con todo esto?” (donde se sostiene que no todos los hijos de puta existentes han sido engendrados por prostitutas; cópula y evolución; ¿se puede medir el grado de hijoputez?; proxenetas y machismo).
¿Por qué no investigar la hijoputez, “uno de los peores males que acosan a la humanidad, plagada de hijos de puta que le infligen enormes sufrimientos, mucho más graves que los desconsuelos ocasionados por el cáncer, la lepra y el Alzheimer juntos”? Sin embargo, Cereijido duda que en este momento la información y el conocimiento sobre este mal estén lo suficientemente maduros para intentar un enfoque científico, aunque está convencido que hay suficiente “saber popular” para estudiarlo: hechos históricos, exploraciones literarias, dramaturgia, mitología, opiniones de pensadores ilustres y avanzadas neurobiológicas, que propiciarían un estudio sistemático y deberían “incitar a un debate imprescindible”.
* Un post tomado ìntegramente de Milenio.
¿Por qué no investigar la hijoputez, “uno de los peores males que acosan a la humanidad, plagada de hijos de puta que le infligen enormes sufrimientos, mucho más graves que los desconsuelos ocasionados por el cáncer, la lepra y el Alzheimer juntos”? Sin embargo, Cereijido duda que en este momento la información y el conocimiento sobre este mal estén lo suficientemente maduros para intentar un enfoque científico, aunque está convencido que hay suficiente “saber popular” para estudiarlo: hechos históricos, exploraciones literarias, dramaturgia, mitología, opiniones de pensadores ilustres y avanzadas neurobiológicas, que propiciarían un estudio sistemático y deberían “incitar a un debate imprescindible”.
* Un post tomado ìntegramente de Milenio.
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