lunes, 19 de agosto de 2013

El suicidio como una especie de regalo

De 'Brief interviews with hideus men' (Entrevistas breves con hombres repulsivos), de David Foster Wallace, hoy leí este texto que les comparto. En realidad desaría tener-leer el libro completo (publicado por Mondadori en 2001), una traducción de Javier Calvo, que seguramente tardará en llegar a mis manos (las versiones i-pub o en PDF merecen mi respeto, pero prefiero el libro de papel, tan escaso cuando se trata de buena literatura en esta fucking ciudad). En fin, que sea una amable y cafeinómana lectura:

Había una vez una madre que lo pasaba muy, pero que muy mal, emocionalmente, por dentro.
Por lo que ella recordaba, siempre lo había pasado mal, incluso de niña. Recordaba pocos detalles específicos de su infancia, pero sí recordaba haber sentido un odio hacia sí misma, un terror y una desesperación que parecían haberla acompañado desde siempre. 
Desde una perspectiva objetiva, no sería descabellado decir que aquella futura madre tragó mucha mierda psíquica cuando era una niña y que parte de aquella mierda podía describirse como abusos sexuales por parte de sus padres. Sin embargo, aunque todo esto era verdad, no era el problema.
El problema era que, hasta donde alcanzaban sus recuerdos, aquella futura madre se odiaba a sí misma. Percibía todas las situaciones de la vida con aprensión, como si cualquier ocasión u oportunidad fueran una especie de examen importante y terrible y ella hubiera sido demasiado estúpida o perezosa para prepararse con antelación. Se sentía como si tuviera que sacar la nota máxima en todos aquellos exámenes para evitar algún castigo terrorífico.41 Se sentía aterrorizada por todo y le aterrorizaba que se notara.
La futura madre sabía perfectamente, desde una edad temprana, que aquella presión constante y horrible venía de su propio interior. Que no era culpa de nadie más que de ella. Aquello la hacía odiarse más todavía. Esperaba de sí misma una perfección absoluta, y cada vez que no la conseguía la colmaba una desesperación profunda e insoportable que amenazaba con romperla en pedazos como si fuera un espejo barato.42 La futura madre proyectaba aquellas expectativas tan altas en todos los ámbitos de su vida futura, particularmente en aquellos que involucraban la aprobación o desaprobación de los demás. Por esta razón, durante su niñez y su adolescencia, todos la percibían como a una chica brillante, atractiva, popular y admirable; la elogiaban y la aprobaban. Sus compañeras parecían envidiar su energía, su dinamismo, su aspecto, su inteligencia, su disposición y su atención infalible a las necesidades y sentimientos ajenos;43 tenía pocas amigas íntimas. A lo largo de su adolescencia, las autoridades como, por ejemplo, profesores, patrones, líderes militares, pastores y asesores de asociaciones de alumnos universitarios comentaron que la joven «parec[ía] tener expectativas muy, muy altas de [sí misma]», y aunque a menudo aquellos comentarios se emitían desde una voluntad de preocupación o reprobación amables, casi siempre se podía distinguir en ellos una nota ligera pero inconfundible de aprobación —de que la autoridad había emitido un juicio objetivo e imparcial y había otorgado su aprobación—, y en todo caso la futura madre se sentía (por entonces) aprobada. Se sentía tenida en cuenta: sus criterios eran altos. Sentía una especie de orgullo abyecto por la falta de piedad que mostraba hacia sí misma.44
* El texto completo vía la imprescindible web de Ignoria.

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