jueves, 3 de enero de 2008
Con Jagger, The Beatles, Maravilla y Chacalón
Here comes the sun, here comes the sun
and I say it's all right
The Beatles
Augusto Rubio Acosta
Diez de la noche. Avenida Gálvez. Treinta y uno de diciembre. Escuchando la música extraviada que vomita algún parlante colorido a mitad de nuestra cuadra (va a haber tono), avanzamos a pie esquivando las bolsas de basura abiertas y las cajas de panetón inmundas regadas en la acera, camino al malecón.
Si quieres saber de mi vida, anda pregúntale al mar…, había leído El Innombrable en no sé qué oscuro y luminoso libro que jamás le devolvieron, y terminó convenciéndonos para asistir al ritual, acabó contagiándonos su pavorosa sed y haciendo gala del floreo maldito que se manejaba, trazó el mapa de nuestra ruta.
Y ahí estábamos: la Refri, con su mirada adolescente, los anteojos de carey poblando el parpadeo de las lucesitas de los árboles, y sus piernas chuecas (pero buenas); ahí estaba la Mily, la loca esa, regalona, la mejor herencia que su difunto padre había dejado a la cuadra (porque el resto de sus hermanas estaban para el gato) y que siempre solía pulirse un absolut vodka de su bosque-tienda para invitarle a los patas, a su gente, a la mancha.
El tercer material –el de fondo- se llamaba Mayte y masticaba siempre clorets eucaliptus cuando estaba nerviosa o para intentar ocultar –inútilmente- el tufo bravo de las amanecidas sin nombre; pero a ella se le perdonaba todo porque era linda y estaba fuerte, porque todos la habíamos soñado en nuestras camas de tablas viejas y porque era la quinta esencia, la coca-colita en el desierto de nuestro barrio pobre pero añil claridad.
A Vicius no se le ocurrió mejor idea que redactar un manifiesto: una larga lista de reclamos y deseos frustrados se volvió a repetir sobre un papel en blanco, el mismo que fue introducido en una botella. El i-pod del Innombrable dejaba oír el Honky Tonk woman y Vicius sacó partido a su aire a Mick Jagger, un Jagger cholo -stone del jirón Pizarro- y se puso a cantar a voz en cuello de cara al mar… Cuando acabó la canción, sonó el Here comes the sun, de The Beatles, y nos pusimos a cantar en coro.
Little darlin' it's been a long cold lonely winter
Little darlin' it feels like years since it's been here
Here comes the sun, here comes the sun
And I say it's all right...
De a poco se fueron acercando pal` brindis los ebrios de fin de año, las parejitas entonadas y transeúntes de la zona, los chibolos que reventaban cohetecillos ante la luz indómita de los autos, y nosotros cantándole a la vida y al amor cojudo como burros en primavera…
Saludsalud, causita. ¡Salud, flaca! ¿Y quién va a lanzar la botella al mar, brother? Tú, Mayte; no, yo no. Tú, Vicius; no, chochera, yo paso. Tú, cimarrón… Entonces, cuando a todos nos parecía sentir las once de la noche en nuestros rostros, cuando la desfalleciente luna dominaba la Plaza 28 de Julio, y el vértigo ancestral y delirante de la música había atraído a una docena de juveniles e irredentos gruopies, nuestro pequeño mundo de flores, petardos, hard rock y coronas de espinas se vino abajo: el puto serenazgo había llegado.
Oe, Chunchito, yo pago mis impuestos ¿ya?; además la plaza es de todos, no es tuya… A ver, pé, sácame. Sácame, pues, oye, cerdo; sácame… Un sereno con cara de caficho reía a bordo de la camioneta. La Refri, grandaza, estaba lo suficientemente acalorada como para espantar a los uniformados ella sola. El sereno caficho se acercó –sorprendentemente- a abrazarla fuerte... Se apachurraron, se besaron (creo), se sonrojó, se le evaporó la risita al chofica y se subieron al roca a seguir loreando. Ya vamos promoción, cálmate y no seas achori. Qué te cuentas; vítame del queirolito y te pongo un cidí paja que estoy seguro te va a gustar… Ya muchachos, todo tranqui, no pasa nada acá… ¿Por qué no nos dejan de joder, oye, y la hacemos juntos mano; es año nuevo, promoción, no jodan, pues…
La luz de los postes nos enceguecía de rato en rato. Mayte y las chicas se habían entonado pasadas las once y media. Los chibolos que reventaban ratablancas se guardaron en sus casas in promptus y nadie, nadie ya estaba en la plaza –sino nosotros- a esa altura de la noche. Sólo el etéreo sonido del i-pod, la voz de Jagger -y nuestros aullidos- flotaban en el malecón junto a una botella sin lanzar.
Los serenos sí que eran jarros; dos joncas mitad mitad salieron deadebajo del asiento donde van los faltosos. Saludsalud, chochera; ¿qué?, ¿ya ves?, sírvete lleno, brother, es año nuevo, mañana es feriado y no tendrás que llegar entelado a la oficina, hacerte el cojudo (el que trabajas harto) y volverás a este mismo roca para continuar quitándole sus carretillas y su merca a las tías que venden sandía y cachivaches en El Progre. Abusivo eres m…
La noche estaba a punto y nos pusimos a planificar lo que venía. Recorrimos el sur, las discotecas estaban llenas y los karaokes reventaban; visitamos uno que otro tono que nos esperaba como invitados o paracaidistas, pero ya habían sido: nada fuera de lo común, nada nice e interesante... ¿Y si volvemos a la cuadra? El tono debe estar arrancando…
El vehículo edil se estacionó a un costado de la estera de carrizo (mismo velorio) que bloqueaba el ingreso a los pirañas de la zona. No nos quedaba otra… Habla vecino, cómo es para entrar. Pasa nomás, Cimarrón, ustedes son del barrio...
Y a nosotros, que nos gustaba un tanto cierta música difícil, terminamos bailando a rabiar con el Grupo Maravilla, revolcándonos con Chacalón, Pintura Roja y haciendo trencitos con el Grupo Néctar. El trago pasaba de mano en vaso en las bancas y mesas instaladas a mitad del asfalto. De la cerveza inicial se pasó a un vino de cinco lucas la botella y a la venta en el Comedor de Heraldo. Las muchachas sudaban, ardían. El baile se hizo general como a la una y en los telos del frente empezaron a sonar los timbres para quemar el año ido. ¡Feliz año nuevo, muchachos!, si yo los conocí chiquitos… Los viejos verdes de la cuadra parecían disfrutar recordando sus tiempos alrededor de la nostalgia. ¡Este año va ser mejor, carajo!, ¡este año salen nuestras veredas del presupuesto participativo y nos cambian el podrido desagüe!, ¡Tantos años esperando!...
Los tonos huaynocumbieros debían ser siempre así de malditos, igual de radicales en cuanto al baile, mucho más entrañables que cualquier tono en la ciudad (aunque nadie nos crea)… Y la Refri empezó a cantar Antahuara, Vives equivocada (casi llora la desgraciada) y después El tikitiki, de Los Mirlos. Los cocharcas de la cuadra pidieron a gritos al diyéik que pongan Esclavo y amo, Hipocresía y El reloj, de Los Pasteles Verdes, pero nadie les hizo caso. Al fondo, los más choborras, los que habían arrancado la tranca interminable en la esquina de Gálvez con Pizarro a las cuatro de la tarde, se alzaron nerviosos, tensos y mareados para exigir Amargo amor.
A las mil y quinientas, los serenos y los salseros duros demandaron bailar con su negro El Cartagena, y con el cantante de los cantantes, mientras las tías cuarentonas mandaban papelitos al dijéik para que se busque el 45 RPM de Chico de mi barrio. ¡Ahí viene el sol, Cimarrón, chequea!... Y el alba empezó a despuntar como a las cinco y media en nuestros ojos. Nos sorprendió abrazados alrededor de una mesa, entregados a la nostalgia por los tiempos idos y a nuestra vieja pasión por la conversa infinita. Yo nunca había bailado ni cantado estas canciones; yo tampoco chochera, pero no están mal. Este año me voy, espero que por allá estén mejor las cosas; en febrero me mudo a los YU ES EI, los voy a extrañar. A mediados renuncio a mi vieja chamba y me dedico a otras cosas; ya quisiera estar en tu lugar; más tarde vamos a la playa, qué dicen, yo le saco el carro a mi papá…
Si quieres saber de mi vida, anda pregúntale al mar. Es miércoles primero de enero y hemos venido al malecón. Alguien tenía que lanzar esta botella al mar a pesar de la resaca. Es de mañana, he escrito un par de poemas para mi nuevo libro (en el papelito dejo constancia) y redacto estas líneas que hablan de la música, de la alegría de estos días, pero también de libertad.
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