martes, 6 de septiembre de 2011

Anotaciones al margen, subrayado de libros

¿De dónde viene esta fascinación por las marcas que los escritores dejan sobre sus libros? ¿No hacen todos los lectores lo mismo? Cecilia Szperling explica: “Es cierto que todos tenemos una experiencia de subrayado, de marcar o leer un libro marcado. Pero un escritor puede hacer una narración y condensar esos momentos de otra manera”. Heather Jackson coincide en que el estudio de las marcas de escritores sobre sus libros está sobrerrepresentado en relación con las del total de lectores. Consultada por Ñ , dijo que cree que esta diferencia se debe en parte a que “los escritores son más propensos a escribir sobre lo que leen y la gente cree que tienen algo original para decir”, pero, sobre todo, a que “los papeles de los escritores tienden a ser conservados, mientras que los de los lectores comunes, no”.
Los libreros de Buenos Aires coinciden. Andrea, dueña de Librería D’Artagnan (Ayacucho 455), admite que, aunque en ocasiones ha tenido suerte, es difícil comprar la biblioteca de un escritor, a la que se le suelen dar otros destinos (donaciones, en general). El lector promedio, por su parte, evita los ejemplares marcados por dueños anteriores, y sólo el bibliófilo es capaz de encontrar, en ciertas marcas, un valor agregado. Además, Andrea agrega que ese plus es más simbólico que económico. Esto explica un hecho curioso: hace unos años adquirieron la biblioteca estudiantil de David Viñas y, ahora, en su librería, se consiguen ediciones selladas y anotadas por él de libros como Los persas , de Esquilo, o tomos sueltos de las obras de Platón en griego, por unos $ 30 o $ 40.
Sin embargo, Alberto Casares, de Librería Casares (Suipacha 521), cree que algo está cambiando en este sentido. Para él, los lectores corrientes, y no sólo los especialistas, están dando cada vez más valor a las marcas de un libro. Ya no rechazan automáticamente los ejemplares anotados por lectores anónimos. En D’ Artagnan, de hecho, tienen anécdotas interesantes sobre lectores comunes. Andrea destaca los libros que pertenecieron alguna vez a la biblioteca de un tal Enrique Martini Lagos, que, más que como un criminal, marcaba los libros con minuciosidad de forense: “Empecé a leer a las 23.50 horas”, se lee al comienzo de un capítulo de Historia de Mayta, de Vargas Llosa.
Lo cierto es que la fascinación por ver qué anotan los escritores sobre los libros de sus bibliotecas existe. La revista literaria argentina El interpretador, por ejemplo, lanzó en marzo “Libros subrayados”, apartado dedicado a escritores que transcriben sus propios subrayados. “Algunos mandaron cosas que estaban leyendo en ese momento. Otros fueron a buscar cosas que ya sabían que tenían subrayadas. Por lo tanto, consideramos que el subrayado puede ser una forma inmediata de leer y una forma de volver a ese fragmento como antología del pasado”, explica Javiera Pérez Salerno, que dirige la sección.
Por su parte, la Biblioteca Nacional presentó, en septiembre de 2010, Borges, libros y lecturas . El volumen, a cargo de Laura Rosato y Germán Alvarez, recupera las anotaciones que Borges hizo sobre casi 500 libros de su colección que quedaron en la Biblioteca. En sus primeras páginas, Borges cita pasajes, a veces manuscritos por él y, otras veces, por su madre.
Fabio Morábito prefiere no correr el riesgo de tomarse esas marcas demasiado en serio: “Ya me imagino a un tesista sacando quién sabe qué aseveraciones sesudas sobre la obra de Borges a partir de los subrayados encontrados en su biblioteca”, dijo, consultado sobre este tipo de publicaciones. “No creo que nos revelen algo de su personalidad literaria que no conozcamos ya a través de sus libros”.
En cambio, el crítico y escritor Daniel Link asegura que este tipo de anotaciones guardan un profundo interés, en tanto parte, “si no de la obra, del archivo asociado a un nombre propio”. Tamara Kamenszain (que el año pasado se sumó al debate con Morábito) comparte este punto: “Cartas, subrayados, diarios íntimos, entrevistas son un continuo vida-obra que no explica la obra sino que la enriquece en lo que tiene de enigmática”.
En definitiva, lo que hay es un deseo de saber más: ya no alcanza con la biografía, tampoco con los diarios privados. Cecilia Szperling cree que en esta curiosidad del espectador se conectan “Libro Marcado” y “Confesionario”, el ciclo que dirigió durante años en el Centro Cultural Rojas, donde distintos artistas narraban anécdotas personales en las que ficción y realidad se entretejían. Con una idea similar en mente, la poeta Diana Bellessi participó como invitada del primer encuentro, el miércoles pasado. Dijo a Ñ : “El subrayado es para mí algo íntimo y secreto, y quisiera que permaneciera en ese lugar, salvo cuando el autor decide hacerlo público, como parte de su performance, es decir, de su construcción como autor”.
“Libro Marcado” pone en escena, así, una pos-biografía, un documento de la vida privada que se vuelve público, y mezcla el carácter social que tiene toda lectura con la realidad íntima en la que siempre se encarna. En este sentido, Szperling destaca la participación del público en los encuentros: “Se produce un momento democrático en el que las diferencias entre lectores profesionales y público se pierden”. Experiencia de lectura y experiencia de vida se reactualizan, y vuelven a confundirse.
El texto completo está aquí, dale una leída.

1 comentario:

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