Leyendo "Ñ" -bastante tarde- me entero que el 3 de julio pasado se cumplieron 125 años del nacimiento del célebre escritor checo. En su ciudad natal, la presencia de Franz Kafka forma parte de los principales circuitos turísticos de Praga. Aquí posteo el texto completo publicado por la antes citada revista de cultura:
Franz Kafka y Praga son imposibles de separar. "Esta madrecita tiene garras", escribió Kafka sobre su ciudad, donde hoy se venden camisetas con inscripciones que dicen "Yo tomé cerveza con Kafka", por ejemplo, entre otra infinidad de souvenirs.
El escritor, del que el 3 de julio se cumplieron 125 años de su nacimiento (1883-1924), pasó su corta vida casi por completo en esta ciudad turística junto al río Moldava. Su vida forma parte de cualquier recorrido por la ciudad: a cada paso, los visitantes se topan con la imagen del escritor checo en casi cualquier esquina.
El bullicio aumenta en dirección al Castillo de Praga, donde los guías llaman a sus grupos, músicos callejeros tocan el acordeón y en el cielo vuela un helicóptero. Al fondo, en el Callejón del Oro, se venden artesanías checas. Frente a una de las pequeñas casas, la número 22, en la que Kafka vivió entre 1916 y 1917, no para de oírse el sonido de las máquinas de fotos.
Ya cuando él vivía allí, el Castillo era como una ciudad dentro de otra ciudad, con sus propios bomberos y su propio servicio de seguridad. Muchos estudiosos creen que Kafka tomó este barrio de "Hradcany" como modelo para su novela El castillo (1926).
En otro lugar de la ciudad, la mañana se cubre de nubes y el viento sopla entre las lápidas del Nuevo Cementerio Judío. Frente a la tumba familiar, los turistas susurran en inglés, alemán o yiddish. Cada día llega gente de todas partes del mundo a rendir homenaje al autor de La metamorfosis en su lugar de reposo final.
Durante la época comunista, Kafka era considerado en la ex Checoslovaquia un "escritor burgués". Sólo después de la caída de la cortina de hierro se editaron en su país natal sus obras completas en checo, trabajo que concluyó en 2007.
Desde 2003 hay además un monumento que lo recuerda en el Barrio Judío, cerca de la Sinagoga Española. Con sus más de tres metros de alto, impresiona a los turistas.
Quien busque las huellas del escritor en Praga tiene muchas otras esquinas. Se conocen las direcciones donde vivieron él y sus novias, pero también las de sus escuelas y lugares de trabajo. A menudo en cada fachada hay una placa que menciona el hecho.
Algunos de los cafés a los que solía acudir, como el Imperial o el famoso Café Slavia, han sido renovados y siguen funcionando. Y el público acude a los teatros y salas de conciertos de los que habla en sus diarios.
El Museo Franz Kafka, de administración privada, ilustra la simbiosis con su exposición permanente "La ciudad de Franz K. y Praga". Hay instalaciones multimedia que permiten imaginar el microcosmos de Kafka y el intercambio de cartas de la aseguradora para la que trabajaba recuerda a escenas de su novela El proceso (1925).
Muchos visitantes se sorprenden además al encontrar dibujos hechos por el escritor, monigotes de tinta negra que parecen perdidos en el mundo.
El adjetivo "kafkiano" se usa para describir situaciones extrañas o alienantes. Aún hoy hay escenas de este tipo en las estrechas callejuelas o los patios traseros del centro histórico. Para los lectores de Kafka, son más agradables que las ocurrencias de algunos sitios que se aprovechan del célebre apellido: por ejemplo el Hotel Kafka se ve algo deteriorado, mientras que el nombre del autor sirve de propaganda a bares y restaurantes.
* En la vista la casa de Kafka en su querida Praga.
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