Colombia, 25 de agosto de 1987. Los paramilitares acribillaron a Héctor Abad en una calle de Medellín. Su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, llegó unos minutos después. Lo encontró ya muerto. Lo besó y de su bolsillo sacó dos papeles. Una lista de personas amenazadas por los fascistas entre los que estaba el muerto y un poema sobre la muerte. Firmado: JLB. Aunque en ese entonces el poema tenía una importancia menor para Abad, él mismo lo consignó en su diario y lo hizo público en noviembre de ese año, en el dominical de El Espectador. Allí escribió que era de Borges. Por su belleza y por la forma en que lo encontró, el poema es también el epitafio de la tumba del padre: "El olvido que seremos..." Y es el eje de una historia hermosa, trágica e intrigante, que para algunos se cierra ahora, en Bogotá, 22 años después.
El olvido que seremos. El libro fue la sensación del reciente Festival Malpensante que se hizo en Colombia, pero eso no es lo más interesante; lo importante fue la forma cómo se gestó la autentificación del poema borgiano. La nota completa aquí.
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