Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, en distintas ocasiones, y por separado, han invocado la mala fortuna de sus obras literarias al ser llevadas al cine. Ni qué decir de Onetti, Asturias, Carpentier, Cabrera Infante, Borges, Roa Bastos y otros tantos maestros de las letras del Nuevo Mundo cuyas novelas y relatos han pasado sin pena ni gloria por la historia de la pantalla grande. Muchos de ellos acusan el rumor de haber sido ignorados por los directores del séptimo arte, pero otros han sufrido en carne propia la amargura de la mala adaptación de sus obras.
Fuentes se enfurece cada vez que alguien le recuerda la versión de su célebre novela “Aura” que, bajo el título de “La bruja en amor”, dirigió en 1966 el italiano Damiano Damiani. Alejo Carpentier hubiera vuelto a caer sobre su tumba de haber visto la adaptación de su novela “El siglo de las luces” bajo la égida de su famoso compatriota Humberto Solás. Y Guillermo Cabrera Infante, en sus noches de insomnio en ultratumba, recordará los días natales de Andy García por mezclar su gran novela “Tres tristes tigres” con sus aportes de su cosecha junto a otros episodios de su extensa obra literaria, como si el cine fuera una carnaval de denuncias ideológicas donde el arte y la magia no caben.
Por suerte, la mala práctica cinematográfica al llevar a la pantalla la literatura latinoamericana tiene sus excepciones. Aquí van algunas muestras.
Michelangelo Antonioni ganó la Palma de Oro de Cannes con “Blowup”, filme basado en el microcuento de Julio Cortázar “Las babas del Diablo”. El chileno Silvio Caiozzi hizo una excelente versión de la novela “Coronación” de José Donoso (2000) que, en su tiempo, recibió unos 20 lauros internacionales, incluyendo los prestigiosos festivales de Cartagena de Indias, La Habana, Huelva y Montreal.
El peruano Pancho Lombardi a cada rato logra aceptables registros al llevar al cine obras literarias. Filmes “La ciudad y los perros” y “Pantaleón y las visitadoras”, de Mario Vargas Llosa, “Tinta roja” del chileno Alberto Fuguet y “Sin compasión” (una visión peruana de “Crimen y Castigo”) de Fiodor Dostoievski contrastan con otros no tan potentes de este director... Más lectura (el artículo completo), aquí.
Fuentes se enfurece cada vez que alguien le recuerda la versión de su célebre novela “Aura” que, bajo el título de “La bruja en amor”, dirigió en 1966 el italiano Damiano Damiani. Alejo Carpentier hubiera vuelto a caer sobre su tumba de haber visto la adaptación de su novela “El siglo de las luces” bajo la égida de su famoso compatriota Humberto Solás. Y Guillermo Cabrera Infante, en sus noches de insomnio en ultratumba, recordará los días natales de Andy García por mezclar su gran novela “Tres tristes tigres” con sus aportes de su cosecha junto a otros episodios de su extensa obra literaria, como si el cine fuera una carnaval de denuncias ideológicas donde el arte y la magia no caben.
Por suerte, la mala práctica cinematográfica al llevar a la pantalla la literatura latinoamericana tiene sus excepciones. Aquí van algunas muestras.
Michelangelo Antonioni ganó la Palma de Oro de Cannes con “Blowup”, filme basado en el microcuento de Julio Cortázar “Las babas del Diablo”. El chileno Silvio Caiozzi hizo una excelente versión de la novela “Coronación” de José Donoso (2000) que, en su tiempo, recibió unos 20 lauros internacionales, incluyendo los prestigiosos festivales de Cartagena de Indias, La Habana, Huelva y Montreal.
El peruano Pancho Lombardi a cada rato logra aceptables registros al llevar al cine obras literarias. Filmes “La ciudad y los perros” y “Pantaleón y las visitadoras”, de Mario Vargas Llosa, “Tinta roja” del chileno Alberto Fuguet y “Sin compasión” (una visión peruana de “Crimen y Castigo”) de Fiodor Dostoievski contrastan con otros no tan potentes de este director... Más lectura (el artículo completo), aquí.
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