Durante los siglos xix y xx autores tan dispares como Sainte-Beuve, T. S. Eliot, E. R. Curtius, H. G. Gadamer, Italo Calvino, Borges o J. M. Coetzee, entre muchos otros, han abordado la cuestión de qué cosa es un clásico. Pero tanto la asignación como la definición de este concepto vienen dando guerra desde mucho tiempo más atrás a través de permanentes debates y, en ocasiones, malentendidos.
La Real Academia Española, en la vigésima segunda edición de su discutido Diccionario, emplea nueve acepciones para definir clásico. Si bien, según la primera de ellas, clásico es el «periodo de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, etc.», en la tercera, «dicho de un autor o de una obra», es aquel «que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia». Calvino, en cambio, en uno de sus ensayos póstumos, Por qué leer los clásicos (Tusquets, 1993), propone y argumenta un total de catorce definiciones, en la décima tercera de las cuales (donde explica que «es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo») contrasta lo clásico con lo actual, de resultas de lo cual lo antiguo, gracias a que conserva sus cualidades intactas, resiste, como suele decirse, el paso del tiempo y prevalece frente al empuje constante y tiránico de «lo más nuevo».
La Real Academia Española, en la vigésima segunda edición de su discutido Diccionario, emplea nueve acepciones para definir clásico. Si bien, según la primera de ellas, clásico es el «periodo de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, etc.», en la tercera, «dicho de un autor o de una obra», es aquel «que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia». Calvino, en cambio, en uno de sus ensayos póstumos, Por qué leer los clásicos (Tusquets, 1993), propone y argumenta un total de catorce definiciones, en la décima tercera de las cuales (donde explica que «es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo») contrasta lo clásico con lo actual, de resultas de lo cual lo antiguo, gracias a que conserva sus cualidades intactas, resiste, como suele decirse, el paso del tiempo y prevalece frente al empuje constante y tiránico de «lo más nuevo».
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