La noticia está en el poema,
en lo que sucede en el poema.
/ Ezra Pound
Augusto Rubio Acosta
Uno de los cuestionamientos más frecuentes a los que se ve enfrentado el trabajo cultural y el arte contemporáneo en general es su aparente carácter hermético y elitista. Una cultura que trabaja para pocos, que no es difundida por los medios de comunicación y que pocos entienden, un asunto organizado en una dinámica cerrada donde sólo pueden entrar entendidos o iniciados. Si bien es cierto en todo esto hay algo de verdadero, en honor a la verdad todo está teñido por un gran filtro de mitología y miedo: el temor a sentirse ignorante, a no captar nada, a pensar que otro sabe más que uno.
Desde el punto de vista ontológico y periodístico -y aunque suene reiterativo citarlo - prácticamente nadie tiene en cuenta el valor de lo que significa invertir en cultura para proyectarla en la mejora de nuestra sociedad. De los actores gubernamentales no nos vamos a ocupar (ya sabemos en qué andan, cómo disfrazan su aparente interés en la mejora educativa), tampoco diremos nada sobre cierto desgano que hemos notado, cierta desidia de parte de algunos (felizmente pocos) trabajadores culturales que contribuyen al marasmo existente en la ciudad en materia de difusión cultural.
De quienes nos vamos a ocupar en estas líneas es de aquellos que cargan a cuestas la gran responsabilidad de mantenernos informados. Ellos tienen la oportunidad de ser plurales y de poner en marcha y activar los espacios culturales al interior de la prensa para –en consecuencia- hacernos ingresar a una verdadera etapa de renovación, de desarrollo, y demostrar a la ciudadanía y a la opinión pública nacional los esfuerzos en materia cultural que surgen en Chimbote. La prensa local –con sus honrosas excepciones- no hace el más mínimo esfuerzo por develar el nuevo rostro que le dan los actores culturales a la ciudad que tanto queremos y eso urge cambiarlo.
El periodismo chimbotano jamás tuvo tanta materia prima -como existe ahora- a la cual recurrir para elaborar noticias culturales. Muchas cosas están pasando en la movida artística del puerto pero poco o nada se difunde a través de los medios. ¿No les importa?, ¿no lo entienden?, ¿dónde está su trascendencia?, ¿la cultura no vende?, ¿es un asunto de rating?... Se han aperturado nuevas ventanas, esfuerzos individuales y alternativos, es cierto, pero la mayoría de comunicadores se empeña en ejercer una marcada indiferencia hacia un tema que debería estar a diario en su mesa de trabajo.
El periodista está obligado a conocer y difundir los productos culturales de su sociedad a través del medio en el cual se desempeña; a adentrarse en la zona compleja y heterogénea de géneros y productos que abordan -con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios- los terrenos de las bellas artes, las letras, las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada “cultura popular” y muchos otros aspectos que tienen que ver con un tema tan importante como olvidado. El comunicador está obligado a educar y no sólo entretener.
En una ciudad como Chimbote, donde el periodismo cultural prácticamente no existe, urge desarrollar y promover espacios comunicacionales y periodistas comprometidos con el desarrollo y la difusión de la abundante actividad lúdica e intelectual que se realiza, así como echar un poco de luz sobre el espacio de intersección comprendido entre periodismo y cultura. Y no se trata de ir a cubrir noticias culturales solo “por amistad” ni tampoco de rogarle al editor del periódico o director de un programa de tevé para ir a cubrir presentaciones de libros y eventos culturales que se justifican por sí solos. ¿Cuándo llegará el día en que los medios planos tengan en portada una nota cultural?, ¿cuándo tendremos en los kioscos un semanario cultural de Chimbote?... En ese sentido, los editores o jefes de información de programas radiales y televisivos tienen la obligación moral de empezar a cambiar el ejercicio periodístico al interior de sus medios (las actividades lúdicas merecen mucho más espacio), lo que redundará en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos (de ellos mismos).
La sociedad no se va a motivar a participar activamente de la vida cultural si su propia prensa no les muestra ni motiva con los productos o acontecimientos culturales que no son pocos y que están ocurriendo día a día. En Chimbote se realizan eventos lúdicos de calidad y mayormente gratuitos, lo que sucede es que casi nadie los difunde. Si bien es cierto se necesita cierta especialización de los comunicadores en el área cultural, eso no es óbice para no iniciarse en el apasionante mundo de cubrir “las culturales”.
Tampoco vamos a soslayar aquí el pésimo rol que cumplen las universidades con su legión de graduados de indómita incultura (de eso vamos a hablar otro día, en otra circunstancia), pero algo debemos hacer para paliar el problema. La cultura, señores, que ahora está como “arrimada” en la casa del “periodismo”, fue quien construyó la casa, aunque suene paradójico. La prensa nació en el mundo letrado para el mundo letrado y es el ágora de un país de lectores que fue creciendo con la invención de la imprenta y volviéndose cada vez más importante (hasta degenerar en la prensa que hoy tenemos, por ejemplo en el Perú). Nunca es tarde para respetar a los oyentes, lectores, televidentes o cibernautas; es deber de los periodistas aumentar el nivel de la vida pública e introducir el tema cultural en el debate diario. No olvidemos que los grandes editores de medios escritos (radiales, televisados o electrónicos) son lectores exigentes, ellos respetan al lector como se respetan a sí mismos.
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