Daniel Rojas *
El Túnel es un texto que mantiene su vigencia pese a los sesenta años que lo preceden, no por nada fue elogiado y recomendado por Mann y Camus para su traducción a lenguas extranjeras.
Dentro de Latinoamérica y el mundo, es una obra cumbre del desasosiego y crisis social. Más allá del problema existencial y condición edípica del protagonista, Sábato entrega a través del pintor, una serie de ideas personales y reflexiones con una genialidad narrativa que opera in en extrema res a medio camino entre el género testimonial, psicológico y el thriller de suspenso.
La obsesión de Castel, retratada en el cuadro Maternidad y luego en la figura de Maria Iribarne, es una muestra sintomática del quiebre comunicacional que sufre el hombre desde siempre, viéndose severamente acentuado por el absurdo y alienación del mundo moderno. Personajes como la voz que orquesta el Túnel, se han presentado en la literatura desde Notes from underground de Dostoyevski, pasando por Merseault del Extranjero y así, hasta ese treintón, ingeniero agrónomo de Ampliación del campo de batalla y otros que seguirán desnudando el malestar.
La pregunta y clara elección de la obra, para un análisis literario, estriba en la forma en que muchos lectores la enfrentan. Sobre todo aquellos que encontramos dentro de los programas educativos (pues El Túnel sigue estando en el tope de las listas escolares, paradójicamente entregado en un mismo semestre, al lado de textos como la dieta de la muerte, juventud en éxtasis, quién se llevo mi queso y el caballero de la armadura oxidada)
En tal medida, cabe cuestionar, de que forma se aborda el tema y contenido en Chile. ¿Existe un misreading? y si no, ¿Qué perspectivas hay para la obra y la captación libre de la lectura por parte del alumno? Es indispensable que toda obra interpretada, genere un diálogo con su destinatario y se proyecte una postura que contraste lo enunciado con el mundo y enciclopedia personal. Desde luego que esto es un acto solitario, privado y personal, pero si se tiende a evaluar, ¿Cuáles son las condiciones y límites que tiene el estudiante? Pues si se adopta el método tradicional de preguntas cerradas al criterio del maestro, no se puede obviar la premeditada y peligrosa ubicación de Castel frente a los títulos de autoayuda mentados, lo cual, ante una visión recalcitrantemente optimista y lineal, denosta la visión original del texto y avala la preocupación del autor argentino, la incomunicación que crucifica perspectivas sensibles, tan sólo por hallarse al límite. Lo que en términos pedagógicos, va en marcado perjuicio de la tolerancia y capacidad de generar opinión en lectores inmaduros con un criterio aún en formación.
Quizá vale la pena revisitar muchas obras, grandes clásicos y salir de la usuales preguntas de valores y disvalores y relatos de episodios y roles marcados a sangre.
Para hablar del Túnel, pensemos primero en la figura de Ernesto Sábato, humanista preocupado por el tema de la libertad y las relaciones humanas, lo ha demostrado en sus libros y ensayos; y El Túnel que abre su trilogía de novelas, no es la excepción. La obra nos plantea descarnadamente la crisis de una sociedad abúlica y barbárica que se esconde tras una fachada de progreso y civilización, la cual sin asco, frustra al hombre contemporáneo aumentando su incertidumbre, haciendo negativa su condición más intima de desamparo, su soledad ontológica, la cual le es vedada en los siguientes términos: Posibilidad que todo ser tiene para realizarse y que conlleva como libertad absoluta la gran responsabilidad de orientar, dar sentido en la praxis a la angustiosa facultad de ser para si. (Duro positivismo en términos Sartreanos)
Muy por el contrario, la voluntad en sociedades de consumo, tecnocráticas y esencialistas como la nuestra, se plantea como una afirmación del poderío y convicción de dogmas por encima de la realidad humana (pasivo conformismo o sumisión). En estas sociedades (las modernas, las que nos tocan de lleno como usuarios y no miembros) el ser es un constructo, un artefacto “en si”, en otras palabras y como el filosofo francés expone claramente, no hay diferencia entre el hombre y un cortapapel.
Estamos ante una cosmovisión productiva en que la necesidad de cuestionar la realidad, de ser en un acto volitivo, es penado y por tanto quien asuma esta condición existencial, no será mas que un reflejo grave de carencias de tipo emocional, alienación moral, social o simples patologías e incluso, en términos mas extremos: un sujeto atado a meras preocupaciones burguesas, propio de hombres dedicados a la contemplación producto de la falta de reales conflictos como la lucha de clases y el genuino compromiso social. Esa es la lectura que usualmente muchos dan a Castel, viéndolo como un ser aberrante, todo lo contrario a lo que propugna la literatura de masas, en espacial la autoayuda, tristemente el pintor, es el ejemplo a desechar y repudiar.
No se percatan de que Castel es un reflejo de nuestra interioridad como hombres y comunidad. Debido a su costumbre y afiatamiento a dichas estructuras de poder en las relaciones, él sufre un enajenamiento en la comunicación con el yo interno, y percibe la necesidad metafísica o vital de descubrirse a si mismo con arreglo a las condiciones circunstaciales de su entorno. En un hondo vació de desesperanza,
El mismo pintor así lo define y busca desesperado soslayar dicho agujero de forma inconsciente y a través de la manera más genuina posible, el arte, El universo del «yo», afirma Sábato, se explora mejor a través de la novela que, a diferencia de la filosofía y de la ciencia, puede transmitir la plenitud de la realidad humana, es decir, la unión del intelecto y de las emociones.
Recurso que el personaje así como el autor textual, tienen a favor, producto de su arte. Sin embargo, pese al grandioso efecto que Castel consigue extrapolar (el cuadro maternidad, más específicamente la imagen de la mujer en la ventana) como medio para conseguir entrar en contacto consigo mismo y llegar a una comunicación si bien no absoluta: al menos de una sinceridad y validez encomiable, esto tampoco se concreta a cabalidad con el descenso a su universo interno, oscuro y abismal al cual sólo rodea en sus peores momentos, siendo probablemente los de mayor lucidez, aquellos en que se confronta ante la tragedia ineludible, el homicidio y el suicidio, de manera tal que erróneamente la búsqueda la extiende de forma predominante fuera de si y cree encontrar la respuesta en María, a quien considera su alma gemela por un fortuito encuentro al cual da características casi proféticas.
Cree que ella lo puede entender en su totalidad y librarlo del encierro, esto debido a que pudo captar, aún cuando fuese fugazmente, el mensaje ulterior del cuadro. En el proceso de edificar una relación y el quiebre que sobreviene, historia que conocemos de sobremanera, Juan Pablo se lanza a una vorágine destructiva en que no sólo cosifica a la mujer sino también su duda existencial, la búsqueda de su yo al cual mutila y limita, pues en un proceder absolutista y determinante: circunscribe toda su necesidad de existir a un mero problema comunicacional (no menor, pero no único y desde luego dañino en la forma en que él lo focaliza), el cual absurdamente, debido a las características en extremo lógico-deductivas del personaje, capaz de elaborar juicios y medidas extremas en base a prejuicios y roles arquetípicos con respecto a la mujer, a la fidelidad, el matrimonio e incluso el amor, cierra todo canal de comprensión ante la alteridad, lo que deviene en pormenorizar la condición de María como sujeto.
Este es otro de los grandes problemas existenciales, el de la intersubjetividad y el de la mirada, el cual Sabato expone magistralmente en esta fémina a momentos indescifrable y misteriosa por sus propios actos y la cual al ser idealizada, cosificada o definida de antemano por Castel, queda subyugada al deseo y la frustración. El pintor no puede controlar la voluntad y las relaciones, menos el pensamiento o el pasado de Maria. Ante ese hecho irrevocable, la soledad en el hombre aumenta, pues existía un solo túnel, el suyo, el que quiso negar, el que negligentemente pensó compartir, cuando solo fugazmente nos topamos con otros o incluso, aún cuando logremos un real y genuino puente de comunicación, no somos vinculados del todo, pues el otro sigue como nosotros en su propio ser con todo lo que esto implica. Como yo, el otro es también un yo indisoluble, y solo en la imaginación, en la idealización se puede cristalizar una definición absoluta entre dos seres, lo cual en gran medida no deja de ser una simple proyección de mi mismo en el cuerpo de otro.
Pero en definitiva, la frustración ante un desamparo y angustia mal enfocados producto de relaciones estructurales lógicas y esencialistas del amor y comunicación, forjadas en el seno de la racionalidad y la cultura, lo cual se acentúa en el inconsciente colectivo ante las condiciones dogmáticas y a la vez contradictorias y absurdas de la crisis social sustentada en un progreso eversivo; son las causas, nunca la justificación de este crimen de claras connotaciones filosóficas, pues en su desprecio y violencia, media todo lo que ha alimentado una clara condición de esclavitud e invalidez existencial, en un hombre proclive al aislamiento y a la autodestrucción debido a su hipócrita y abúlico entorno.
De forma fáctica todo lo expuesto se traduce en su afán por no compartir a Maria, menos con Hunter quien representa de sobremanera todo lo que desprecia (la Argentina visible de Mallea), así dividir el ser de Maria, es como dividirse el mismo, renunciar a su autenticidad, a lo mas intimo que tiene. Pues el se entrega profundamente compartiendo lo único que siente real el dolor, su misantropía.
Como cierre y en relación a la lectura y análisis filosófico realizado, es de suma importancia destacar las propias palabras del autor con respecto a su visión en este ámbito. Ya que tanto la obra como su personal contexto de producción y las revelaciones que el propio texto nos hace a través de complejos intrincamientos; produce un vaivén desde niveles metafísicos y ontológicos a planos psicológicos y sociales de la vida moderna. En su libro de ensayos Heterodoxia (1953), Sábato ha escrito: «Mientras escribía esta novela, arrastrado por sentimientos confusos e impulsos inconscientes, muchas veces me detenía perplejo a juzgar lo que estaba saliendo, tan distinto de lo que había previsto. (...) Las ideas metafísicas se convierten así en problemas psicológicos, la soledad metafísica se transforma en el aislamiento de un hombre concreto en una ciudad concreta, la desesperación metafísica se transforma en celos, y el cuento que parecía destinado a ilustrar un problema metafísico se convierte en una novela de pasión y de crimen.»
* Escritor peruano radicado en Chile y director del blog Cinosargo. A partir de hoy, colaborador de Marea Cultural
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
only write