
Rodrigo Fresán
Tal vez me esté volviendo loco pero, durante toda la lectura de Out, no dejaban de aparecérseme los rostros de Penélope Cruz, Cecilia Roth, Carmen Maura o Victoria Abril.
Chicas y mujeres Almodóvar que se llevarían más que bien con Masako, Kuniko, Yoshie y Yayoi: cuatro empleadas de Tokio en el turno de noche de una fábrica de alimentos precocinados sufriendo existencias más trash que fast y no al borde sino al fondo de un ataque de nervios.
Y es que la trama de esta novela de la japonesa Natsuo Kirino (nombre de batalla de Mariko Hashioka, nacida en Kanazawa en 1951 y considerada la reina de la novela criminal de su país) resultaría fácil de comer y digerir para y por uno de los grotescos y ováricos melodramas del director manchego.
«¡Basta ya!». Una de esas historias en las que una mujer castigada, Yayoi, un día dice basta y estrangula a un marido maltratador y ludópata y adicto a una amante cara. Y las otras tres -Yoshie, una viuda agotada por cuidar a su suegra enferma; Kuniko, una joven insatisfecha que sólo sueña con lujos inaccesibles; y una mujer mayor, Masako, verdadera heroína de todo el asunto y demasiado inteligente para su aburrida pareja y para su hijo, un adolescente casi zombi- se alían con Yayoi para deshacerse del cuerpo y repartir sus trozos por toda la ciudad. Y después, a esperar la llegada del componente macho, también inequívocamente almodovariano: un policía que sospecha del cuarteto aunque no cuente con pruebas, un dedicado nipón-brasilero que redime un poco al género masculino, y un prestamista psicótico con conexiones yakuza, quien primero se convierte en el principal sospechoso y -habiendo perdido por ello su negocio- chantajea a las amigas para que trabajen para él haciendo sushi con otros cadáveres molestos.
Así, en Out (publicada en 1997, y que se inserta en toda una tradición feminista y más roja que negra en el cada vez más cercano Lejano Oriente (para mayor información, lean Bodies of Evidence: Women, Society, and Detective Fiction in 1990s Japan, de Amanda C. Seaman, o vean películas como Simpathy for Lady Vengeance, de Park Chan-Wook), la catarsis del sacrificio del hombre malo equivale a las delicadas y mentales epifanías de Banana Yoshimoto.
Involuntarias aventureras. Dicho esto, lo verdaderamente interesante para un lector occidental es el modo en que Kirino retrata en un puñado de involuntarias aventureras a toda una sociedad donde las cosas y los sentimientos funcionan tan eficiente como automáticamente y revela qué es lo que sucede cuando alguien decide hacer algo que no estaba en el guión ni figuraba en el reglamento.
Out -título con el que también fue publicada en japonés porque, según Kirino, evoca a la perfección la kakkiri dame o sensación de «no valer nada y de ya no tener nada que perder»- es una novela oscura y sin moral ni moralejas en la que las mujeres no son fatales sino fatalistas y donde, se intuye desde las primeras páginas, ninguna dispondrá de un extático acantilado en cinemascope desde el que arrojarse a la gloria y la leyenda o soñar con caer bien paradas. Es decir, están advertidos: los que busquen aquí la alegría delictiva de resueltas chicas sueltas estilo Thelma y Louise, mejor que pasen de largo y vayan a comer a otra parte. Los que se atrevan con un policial diferente que no por eso desatiende las necesidades y obligaciones de siempre, bienvenidos al lado más sombrío de los neones de una ciudad que nunca duerme porque se mantiene despierta haciendo pedacitos, masticando y tragándose crudos a muchos de sus habitantes.
En una entrevista, Kirino -quien comenzó publicando historias de amor y admira a Flannery O?Connor- explicó que lo que a ella le interesa es escribir acerca de cómo reaccionan las personas normales enfrentadas a situaciones excepcionales: «Ese instante terrible en que alguien se descubre capaz de hacer algo impensable». Lo que lleva a Kirino y a Out -fenómeno de ventas, ganadora del más prestigioso premio de literatura policial y a la que algunos culpan del incremento de asesinatos made in Japan de maridos a cargo de cónyuges cansadas- a sentarse a la mesa de la autora que mejor narró todo eso: Patricia Highsmith.
Desde otro ángulo. Grotesque -de 2003, segunda novela en ser traducida al inglés de entre los ya cuarenta títulos de Kirino y, se presume, próxima a aparecer en español- insiste en el tema pero desde otro ángulo, investigando las muertes muy violentas de Yuriko y Kazue: dos maduras prostitutas y ex alumnas de un prestigioso colegio cuyas vidas se reconstruyen desde diferentes ángulos, en plan Rashomon.
En cualquier caso, seguro, otra para Pedro.
* Tomado de ABC / Artes & Letras.
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