Santiago Pedraglio
Después de seis años de crecimiento de la economía del país, el porcentaje de pobreza comienza a reducirse. Este hecho es indudable, bienvenido y no viene al caso discutirlo.
No obstante, subsisten tres temas en debate: 1) el Gobierno estaría manipulando las cifras para que la reducción parezca mayor de lo que es (de 44% a 39% en un año, es la versión oficial); 2) el modelo económico permite la reducción sobre todo de la pobreza de la costa, pero no la de la sierra ni la Amazonía, especialmente en las zonas rurales; y 3) la información oficial minimiza la creciente desigualdad entre la costa urbana y el resto del país, sobre todo el mundo rural.
Los críticos de la metodología empleada aducen que la canasta de consumo usada para medir la línea de pobreza y de extrema pobreza se ha hecho más "ralita", porque se ha puesto como referencia para elaborarla un perfil de consumo más pobre.
El segundo argumento crítico a la metodología es que si en un año la economía creció a 9% y la pobreza se redujo en 5,2%, se estaría a punto de batir un récord mundial en la relación crecimiento de la economía-reducción de la pobreza: si hasta el año pasado las cifras indicaban que por cada punto de crecimiento del producto bruto interno la pobreza se reducía en 0,2%, ahora resulta que cae en cerca de 0,6%.
En el ámbito urbano, sobre todo costeño, la tendencia a la reducción de la pobreza es importante. Ha crecido el empleo en el sector formal de la economía, en ciudades como Lima y Trujillo, y, paralelamente, como manifestación de esta tendencia, el crecimiento del número de empleos en la microempresa se ha estancado. Es una buena noticia.
El núcleo duro es la pobreza rural, sobre todo serrana y amazónica, que cede en muy pequeñas cuotas, demostrando que no bastan las políticas asistenciales (Juntos y Crecer) ni menos el ingreso del gran capital que plantea el presidente de la República.
Urgen políticas que consoliden las cadenas productivas, las asociaciones, la asistencia técnica y la comercialización de la producción en favor de las micros, pequeñas y medianas propiedades.
Un dato relevante es que en los últimos años, a pesar del alza espectacular de las exportaciones agroindustriales, el crecimiento del PBI agropecuario es pobrísimo: mucho menos de la mitad de crecimiento del PBI nacional (2,4% contra 9% en 2007).
Finalmente, la información oficial difundida refleja la pobre y dramática distribución del consumo en el Perú: no solo el mundo rural se distancia cada vez más del urbano (hay que prepararse para nuevas migraciones), sino que, consecuente con ese hecho, el 10% más pobre gasta mensualmente solo un promedio de 74 soles (4 soles más en 2007 que en 2006).
Más aún: el 20% más pobre del país, mayoritariamente rural, es el que menos ha aumentado su gasto durante el año analizado.
* Tomado de Perú21.
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