Si Don Quijote solía salir al alba en busca de gigantes y trifulcas a los que enfrentar con sus armas y se topó con molinos harineros de viento, ovejas y cuerdas de guitarra, ¿cómo no tropezarse con el vino, que junto al queso es una de las glorias mayores de la extensa región de la Mancha y de la gastronomía española de entonces?
Leyendo la inmortal novela de Cervantes, caemos en la cuenta de que a lo largo del Quijote el vino aparece en 43 ocasiones. Las situaciones en las que podemos encontrar a lo largo de la novela el invento de Baco son muy diversas: entre los pastores, en bodas como las de Camacho, en bálsamos como el de Fierabrás (en el que el vino sirve de uso medicinal), pues después de ser apaleado y malherido Don Quijote por aquel moro encantado, cura milagrosamente sus heridas mezclando vino con un poco de aceite, sal y romero. Cervantes conocía, tal vez por su experiencia militar, que las infecciones en las heridas abiertas procedían del exterior, por lo que era preciso lavarlas con vino para evitar que se infectaran. La afición y devoción de Sancho por el vino quedan sobradamente documentadas a lo largo de la obra cervantina.
Ilustra el post un dibujo de Piero Bernardino, fechado en 1935, que nos devuelve a los viejos libros de caballería que leímos cuando niños y al añoso volumen ilustrado con las aventuras del famélico hidalgo con el que iniciamos el fascinante viaje de la lectura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
only write