jueves, 25 de agosto de 2011

Chimbote, cultura, nuestro concepto de desarrollo

Hablar de cultura en mi ciudad y en mi región ha constituido siempre -e históricamente- una blasfemia. Sin embargo, hablar de la estrecha relación que la cultura guarda con el desarrollo (entendiendo esto último no como infraestructura sino como bienestar) puede resultar manido si no se abordan y analizan una a una las diversas aristas de un problema jamás visibilizado y que en consecuencia el Estado no ha sido capaz de reconocer como tal, dejando de lado la implementación de políticas que hace muchos años debieron reconocer la singularidad cultural, social y económica de Chimbote y la región en que vivimos.
Si cultura significa civilización, ¿cómo vamos a desarrollar la verdadera dimensión cultural de nuestros pueblos si la participación ciudadana no es activa y profunda?, ¿cómo podemos hablar de cultura y de civilización en Chimbote y Áncash, si no ponemos énfasis en los mecanismos de construcción de nuestra identidad?, ¿podemos hablar de cultura marginando a ciudadanos procedentes de las migraciones?, ¿de qué civilización estamos hablando si no somos solidarios, si no incorporamos las identidades múltiples y en evolución que hay en Chimbote, si no priorizamos la educación y la cultura como aspectos transversales de la vida de todos?
El puerto necesita la presencia activa de la sociedad civil en el diseño de las políticas culturales que nos son imprescindibles. Urge elaborar un Plan Regional y Provincial de Cultura que mire diez años adelante, necesitamos insertarnos en un proceso que nos llevará a liderar el cambio, nuestro propio destino. Con participación amplia y diversa de la sociedad civil en el diseño de políticas, con veeduría pública de planes y programas y mediante el protagonismo de la población en la sostenibilidad de lo cultural, el espíritu participativo se multiplicará exponencialmente alrededor de una noción amplia de cultura que, además de las manifestaciones artísticas y las expresiones monumentales del patrimonio, enhebre múltiples formas de expresión no necesariamente artísticas, estilos de vida, sistemas de valores, formas de ser y de pensar.
Y es que cultura son las preocupaciones por la identidad en relación con el patrimonio histórico, las memorias y las prácticas artísticas, las necesidades de la creatividad social en la música, la radio, el cine, la televisión, el video y las nuevas tecnologías de la comunicación. Todo eso es cultura. Las múltiples identidades tradicionales –como las étnicas– y las que son fruto de la innovación –como las de género y sexualidad– encuentran, junto a las tradiciones orales y a las culturas locales, oportunidades de expresión y comunicación inéditas a través de espacios tecnológicos y culturales. Sin embargo, ¿cómo estamos enfrentando el mundo global? Si lo cultural es un factor estructurante de la sociedad, si la cultura construye y fortalece los tejidos sociales, si proporciona confianza, capital social y solidaridad, ¿de qué forma estamos asegurando su sostenibilidad?, ¿qué estamos haciendo para que los sentidos de identificación, de pertenencia y de comunidad de los chimbotanos y ancashinos se mantengan y desarrollen con el tiempo?
Tenemos la oblicación moral de hacernos escuchar y de generar mecanismos concretos y explícitos de participación ciudadana. Las propuestas de la sociedad civil deben ser escuchadas hoy por las autoridades y mediante una adecuada retroalimentación ser enhebradas al interior de un sistema de trabajo en conjunto. No hay desarrollo sin derechos humanos, sin diversidad cultural y democracia participativa. No hay desarrollo sin planificación cultural estratégica. Este post se autodestruirá en dieciocho segundos, en estos días aparecerá uno nuevo en el viejo blog de @marea, espacio 2.0 desde siempre dedicado a temas -a decir de muchos- insípidos pero que consideramos altamente importantes. Las fotografías le pertenecen a Jane Silcock. Ya posteamos.

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