"Los indignados", movimiento ciudadano formado a raíz del 15 de mayo de 2011 con una serie de protestas pacíficas en España con la intención de promover una democracia más participativa alejada de la politiquería partidaria barata española y del dominio de bancos y corporaciones, así como con la intención de generar una auténtica división de poderes y otras medidas para mejorar el sistema democrático, no solo ha aglutinado a diversos colectivos ciudadanos con distintos lemas: "No somos marionetas en manos de políticos y banqueros" o "Democracia real ¡YA! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros", sino que paralelamente se ha dedicado a recopilar un arsenal de propuestas y reivindicaciones para desvincular la creación cultural de las leyes del mercado, recuperar los espacios públicos y gestionar mejor los recursos.
"Los indignados" le han generado al suscrito y a no pocos gestores culturales -con quienes hemos dialogado al respecto- una serie de inquietudes y expectativas relacionadas con el avance del espacio cultural y la dignidad que éste merece. Para muestra un botón: Hasta hace muy poco en España, una persona que escribía canciones, grababa discos y realizaba conciertos era un músico. Hoy el Gobierno de Catalunya ha decidido dejar a un lado eufemismos y hablar con claridad: esa persona no es un músico, ni siquiera un artista, sino una empresa cultural. La denominada Ley Ómnibus lo deja en claro literalmente: "Se incluyen dentro de este concepto [empresa cultural] las personas físicas que ejercen una actividad económica de creación artística o cultural", concepto altamente polémico y considerado una treta legal que persigue la identificación de la cultura con las leyes del mercado y el beneficio económico. El 15-M no ha soslayado el mundo cultural y prácticamente desde su comienzo existen comisiones específicas dedicadas a reflexionar y actuar sobre este ámbito. Tras dos meses de trabajo, la Comisión de Cultura de Acampada Barcelona terminó a finales de julio un documento con propuestas, reivindicaciones y reflexiones que posteriormente fue apoyado por el Grupo de Cultura de Sol en Madrid que también debatió sobre el concepto de cultura y delineó su trabajo en cuatro apartados: Educación, Gestión, Patrimonio y Pensamiento. Según sus reflexiones, "la cultura no es algo que se valore socialmente, ni siquiera dentro del Movimiento 15-M, porque no es visible a la manera de lo que dicta esta sociedad, es decir, su producto principal no es algo tangible".
"La política cultural no puede estar orientada a una mera consecución de beneficios económicos. La sociedad actual, y especialmente las administraciones, llaman cultura a un stock de productos de mercado que tienen que ser vendidos. Nosotros, en cambio, llamamos cultura a todos los procesos que nos conforman como sociedad. No tiene por qué ser necesariamente una obra que tú puedas vender, porque la cultura no es sólo el arte", han señalado los integrantes de las comisiones de cultura del 15-M, que han reaccionado contra el concepto de mercado cultural y denunciado que la cultura es una presa más del paradigma neoliberal del que no escapa ni siquiera la educación.
Al respecto surgen algunas preguntas: ¿Quién le ha da dado el derecho a ciertos ciudadanos de pretender encauzar a los artistas y productores de cultura alrededor de las grandes industrias y apuestas globales que no hacen sino reducir el apoyo -que debería ser generalizado y horizontal- y que pretende aniquilar a los creadores que no producen dinero?, ¿por qué tener que vincular necesariamente el conceptos de cultura con el dinero contante y sonante?, ¿tiene sentido subvencionar una obra cultural que va a tener beneficios extraordinarios gracias a su explotación comercial?, ¿y si el libro que espero publicar muy pronto no es comercial?, ¿nos están diciendo que muchos de nosotros estamos condenados a desaparecer?
El Movimiento 15-M se exige en ese sentido (y de ello debemos aprender) "intensificar el apoyo a las prácticas culturales de base que se dedican a la investigación y a aquellas plataformas que dan cobertura a la creación emergente, más que a aquellas centradas en la producción cultural de consumo masivo". Tema aparte constituyen las políticas culturales que una vez que se generen en nuestras ciudades deberán adaptarse a los tiempos productivos propios de la investigación y no a subvenciones a artistas que trabajen obligados a generar productos culturales y venderlos en tiempo récord. Sobre este tema hay tanto que discutir y decir que, obviamente quedan cortas siempre estas páginas. La cultura puede contribuir a desarrollar verdaderamente los valores democráticos en nuestras sociedades (libertad, igualdad, participación, transparencia, excelencia y justicia), desde la concepción de una cultura libre, participativa, plural y sostenible. Hacia ello debemos caminar, no existe, no hay (no insistas) otro camino hacia el desarrollo.
"La política cultural no puede estar orientada a una mera consecución de beneficios económicos. La sociedad actual, y especialmente las administraciones, llaman cultura a un stock de productos de mercado que tienen que ser vendidos. Nosotros, en cambio, llamamos cultura a todos los procesos que nos conforman como sociedad. No tiene por qué ser necesariamente una obra que tú puedas vender, porque la cultura no es sólo el arte", han señalado los integrantes de las comisiones de cultura del 15-M, que han reaccionado contra el concepto de mercado cultural y denunciado que la cultura es una presa más del paradigma neoliberal del que no escapa ni siquiera la educación.
Al respecto surgen algunas preguntas: ¿Quién le ha da dado el derecho a ciertos ciudadanos de pretender encauzar a los artistas y productores de cultura alrededor de las grandes industrias y apuestas globales que no hacen sino reducir el apoyo -que debería ser generalizado y horizontal- y que pretende aniquilar a los creadores que no producen dinero?, ¿por qué tener que vincular necesariamente el conceptos de cultura con el dinero contante y sonante?, ¿tiene sentido subvencionar una obra cultural que va a tener beneficios extraordinarios gracias a su explotación comercial?, ¿y si el libro que espero publicar muy pronto no es comercial?, ¿nos están diciendo que muchos de nosotros estamos condenados a desaparecer?
El Movimiento 15-M se exige en ese sentido (y de ello debemos aprender) "intensificar el apoyo a las prácticas culturales de base que se dedican a la investigación y a aquellas plataformas que dan cobertura a la creación emergente, más que a aquellas centradas en la producción cultural de consumo masivo". Tema aparte constituyen las políticas culturales que una vez que se generen en nuestras ciudades deberán adaptarse a los tiempos productivos propios de la investigación y no a subvenciones a artistas que trabajen obligados a generar productos culturales y venderlos en tiempo récord. Sobre este tema hay tanto que discutir y decir que, obviamente quedan cortas siempre estas páginas. La cultura puede contribuir a desarrollar verdaderamente los valores democráticos en nuestras sociedades (libertad, igualdad, participación, transparencia, excelencia y justicia), desde la concepción de una cultura libre, participativa, plural y sostenible. Hacia ello debemos caminar, no existe, no hay (no insistas) otro camino hacia el desarrollo.
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