yo
¿adónde anida tu verbo
¿adónde, chiqui
Ernesto Sabato y Borges. “Sé que a usted, en general, no le interesa la música. Pero The Beatles son grandes músicos", le dijo el fallecido escritor argentino Ernesto Sabato a otro grande de las letras, Jorge Luis Borges, el 21 de diciembre de 1974, durante una de las conversaciones recopiladas en el volumen “Diálogos. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato”. En esas mismas páginas, Borges responde a un sorprendido Sábato: "Creo que sí. Mi sobrino me dijo una vez: vas a oír un disco. Lo oí y quedé muy enternecido. Era The Beatles".
Woody Allen. Preocupado por la dimensión filosófica, el gran Woody Allen, en Nueva York, hacía de Lennon, McCartney, Harrison y Starr uno de los grandes hitos existenciales del hombre moderno. El genial cineasta y pensador se pregunta: ¿Qué era el "hombre moderno" sino "toda persona nacida después del edicto de Nietzsche? Dios ha muerto' y antes del éxito pop? ‘I Wanna Hold Your Hand'"?, escribió en “Perfiles” (1975).
Martin Amis. El escritor postmodernista de cuyo ingenio nació “El libro de Rachel” (1973) hizo de los Fab4 una de las coordenadas temporales para otro de los más grandes acontecimientos culturales de su generación: la revolución sexual que se inició en Inglaterra "entre la supresión de la censura a ‘El amante de Lady Chatterley’ y la aparición del primer LP de los Beatles", escribe, Amis, en “La Viuda Embarazada” (2010).
Thomas Pynchon. En su novela “Vicio Propio” (2009), Thomas transformó al beatle callado, George Harrison, en un tipo “exaltado que, afirmando ser el George Harrison de The Beatles, intentó secuestrar el Dirigible de Goodyear”, una fantasía ubicada en el lisérgico universo hippie de la California de los años 70.
Leopoldo Marechal. El poeta, dramaturgo, novelista y ensayista argentino transformó al beatle relegado, Ringo Starr, en un modelo para un enorme poeta electrónico, el que se abocan en construir los ingenieros futuristas de Megápolis, en su libro de relatos “El beatle final y otras páginas” (1968).
La lista es larga, prometemos ampliarla otro día. (Fuente: Terra y adncultura)
"(...) Esta guía propone un recorrido por algunos de los lugares en los que vivió este escritor, considerado uno de los grandes representantes de la corriente indigenista en Perú. Sus relatos se ubican en escenarios prototipo cuyas atmósferas, paisajes y pueblos remiten al imaginario inspirador del autor. Centrada en el corredor Nazca-Cusco, la guía ofrece importantes alternativas de interés a los miles de visitantes que cada año viajan a la Ciudad Imperial, evidenciando la variedad de atractivos con los que cuentan los alrededores de Abancay.
Abancay es la capital del departamento de Apurímac, y reúne abundancia de referentes arguedianos. Posee gran potencial turístico: riquezas paisajísticas, arqueológicas e histórico- culturales (famosas son sus fiestas de carnaval). Uno de sus grandes atractivos es el Santuario Nacional de Ampay, cuenta con hermosos paisajes y con una gran diversidad biológica de flora y fauna silvestre. Este área protegida a la que se accede caminando; llevará al viajero al nevado del Ampay, con sus bellas lagunas y la representativa Intimpa ( “el árbol del sol”, perteneciente a la familia de las coníferas).
Durante la ruta literaria, el viajero conocerá Curahuasi, en la parte más baja del valle, famoso por sus aguas termales y medicinales; el río Apurímac, frecuentado por aficionados al canotaje; o el histórico puente inca de Maukächaca, que atraviesa el gran cañón del río Apurimac. Ya en las cercanías de Cusco, Saywite es un conjunto inca que contiene el célebre monolito, una piedra gigantesca tallada como si fuera una maqueta cosmogónica de la diversidad natural del territorio andino. Era usada como plataforma ceremonial relacionada con el culto al agua.
Andahuaylas, lugar de nacimiento de José María Arguedas, también guarda sus restos mortales. En esta ciudad es imprescindible visitar la catedral y el mercado, con su extraordinaria variedad de papas; en los alrededores, el santuario de la Virgen de Cocharcas, el sitio arqueológico chanka de Sondor y la bellísima laguna de Pacucha".
A coger la mochila y emprender el viaje. El texto completo lo encuentran aquí.
Ejemplos de lo que señalo líneas arriba hay muchos. A Flaubert le ha pasado que su correspondencia ha sido considerada por sus lectores por encima de sus novelas, quienes consideran que el mejor Flaubert no está en Madame Bovary, sino en las cartas a su amante o a sus amigos. Numerosos poetas, desde Coleridge hasta Mallarmé, se quedarían pasmados de saber que a los académicos les interesan, en la posteridad, más los borradores de sus poemas que los poemas mismos. El propio Kafka no habría podido predecir el valor de su Diario o de las cartas intercambiadas con sus desdichadas novias. Podríamos seguir enumerando autores y casos similares: Hemingway, Celine (la lista es interminable)...
En tiempos en que la edición de libros se realiza también a través de "mecenazgos ciudadanos" (sistema que ya han empleado algunos autores de ficción: una suscripción permite el acceso a la novela en formato digital en modo de entregas por capítulos hasta que el libro salga en papel en los meses siguientes, momento en el que los suscriptores podrán recogerlo en la presentación oficial), el suscrito se pregunta hasta dónde va a pesar cada vez más el rol del usuario, del lector, del consumidor de libros y sobre todo del editor (preocupado más por materiales de la vida privada del escritor que de su producción literaria, todo ello en aras del negocio, de las ventas). En tiempos en que el hombre necesita más de la cultura es cuando más debemos reflexionar si somos una sociedad o si nos comportamos como depredadores de nosotros mismos. Está bien que leamos de todo pero tengamos en cuenta que la literatura responde a una tradición, y el buen lector termina inequívocamente por apreciarla.
Para el suscrito, la ambición literaria continúa siendo la misma. Nos obstinamos en establecer categorías en literatura, en el arte en general y eso cae en el simplismo. Podemos apreciar el texto de una balada de The Beatles o el de una obra de Shakespeare (con sus cartas, manuscritos, notas de trabajo y poemitas o canciones al paso). Los formatos son diferentes, pero lo importante es si estas obras son capaces de apelar -con el paso del tiempo- al corazón de los hombres. El escritor y sus lectores se presuponen, no pueden existir el uno sin el otro, se complementan. Son un inseparable binomio intelectual. Quien escribe lee su tiempo, quien lee escribe mentalmente su mundo.