Timothy Leary (1920-1996), personaje crucial de la contracultura, la revuelta de los años sesenta y setenta que si bien no cambió demasiado el estatus del poder y la dominación, sí contribuyó al despertar de las conciencias, la caída de algunos prejuicios y tabúes y el inicio de debates sociales que todavía están en marcha en nuestros días, está otra vez en el ojo de la tormenta. Dos visiones contrarias pueden dar una idea concisa pero potente de la importancia del doctor en Sicología por Berkeley y profesor de Harvard que lo dejó todo para predicar las bondades del LSD.
Calificado en su momento por Nixon como "el hombre más peligroso de América" y por William S. Burroughs (una de las mentes más preclaras del siglo XX) como "un verdadero visionario del potencial de la mente y el espíritu humanos", la importancia de Leary está en estrecha relación con la loable la decisión de la Biblioteca Pública de Nueva York de comprar los archivos del apostol del ácido, que pasan así a ser patrimonio de los ciudadanos de Estados Unidos. La institución ha pagado 900.000 dolares, unos 635.000 euros, a los herederos de Leary.
El material ocupa 335 cajas de embalaje. Hay manuscritos, ensayos y reflexiones inéditos (algunos de gran extensión), una copiosa correspondencia (mantuvo contacto epistolar contínuo con, entre otros, Aldous Huxley, Alan Watts, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs y Ken Kesey), notas previas para los más de 30 libros y 400 artículos y estudios que Leary publicó en vida, 300 cintas de vídeo, otras tantas de audio, todo el material de las organizaciones de las que formó parte el activista contracultural y centenares de fotos.
Los responsables de la biblioteca confían en que la revisión y catalogación del material, que ya han iniciado, no supere los dos años de trabajo. A partir de entonces, el archivo de este personaje histórico fundamental estará a disposición del público y los investigadores.
Calificado en su momento por Nixon como "el hombre más peligroso de América" y por William S. Burroughs (una de las mentes más preclaras del siglo XX) como "un verdadero visionario del potencial de la mente y el espíritu humanos", la importancia de Leary está en estrecha relación con la loable la decisión de la Biblioteca Pública de Nueva York de comprar los archivos del apostol del ácido, que pasan así a ser patrimonio de los ciudadanos de Estados Unidos. La institución ha pagado 900.000 dolares, unos 635.000 euros, a los herederos de Leary.
El material ocupa 335 cajas de embalaje. Hay manuscritos, ensayos y reflexiones inéditos (algunos de gran extensión), una copiosa correspondencia (mantuvo contacto epistolar contínuo con, entre otros, Aldous Huxley, Alan Watts, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs y Ken Kesey), notas previas para los más de 30 libros y 400 artículos y estudios que Leary publicó en vida, 300 cintas de vídeo, otras tantas de audio, todo el material de las organizaciones de las que formó parte el activista contracultural y centenares de fotos.
Los responsables de la biblioteca confían en que la revisión y catalogación del material, que ya han iniciado, no supere los dos años de trabajo. A partir de entonces, el archivo de este personaje histórico fundamental estará a disposición del público y los investigadores.
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