domingo, 25 de enero de 2009

Migoya sobre Rupay

Cinco meses después de su exitosa presentaciòn en Chimbote, el blog de Hernàn Migoya acaba de postear una nota sobre Rupay. Historias gràficas de la violencia en el Perù (1980-1984), de Luis Rossell, Alfredo Villar y Jesús Cossío. Aquí, en el Complejo Mansiche, mientras el sol infernal nos aturde, les dejo un fragmento del texto antes citado:

"Este cómic es un intenso (intensísimo) repaso a la guerra más sucia que uno pueda imaginar. Es un recuento, re-contado con detalle y sentido del horror, de los masivos crímenes cometidos por el grupo terrorista Sendero Luminoso y también por las fuerzas militares y policiales peruanas durante el primer lustro de la década de los 80.

Se agradece la ausencia de intención sensacionalista ni mensaje complaciente en los guionistas y el estilo sintético, muy crumbiano y también muy muralista, en el tándem gráfico. Rupay podría ser perfectamente una historieta integrante del contenido de El Víbora, de Makoki o de cualquier revista de cómic underground europea. Ello no es óbice para que el escalofrío en el lector -sobre todo en un lector tan profano a la Historia como yo- se enseñoree de los huesos como parásito perenne.

Las masacres sistemáticas que se narran parecen anacrónicas de puro bestiales: mientras yo veía en VHS Holocausto Caníbal en la seguridad burguesa de mi hogar comunista, en un país latinoamericano se estaban cometiendo asesinatos que no desmerecerían participar de la película más gore. Las muertes indiscriminadas de niños y mujeres a manos de terrucos (terroristas) y cachacos (militares) no resultan más espantosas que la Matanza de Uchuraccay, la eliminación arbitraria de ocho periodistas bienintencionados en plena sierra andina, y que supera en crueldad, desquicie, aberración ¡e inverosimilitud! (pero ocurrió) la orgía de sangre más descabellada que Ruggero Deodato pudiera imaginar en sus fantasías alucinadas.

Este cómic te despeluza y deja muy mal cuerpo después de leído. Básicamente, porque más que créditos artísticos, abunda en créditos criminalísticos. Pero la incomodidad que esta historieta transmite es necesaria, es la mejor prueba de su eficacia dramática. Imagino que a los peruanos les debe de dejar más maltrecho el organismo.

El debate de hasta qué punto este cómic responde a toda la verdad absoluta es cuestión que sólo su país puede resolver. Pero su cometido deviene eficaz, al menos en un lector europeo: si solamente los grandes rasgos de lo que se narra son ciertos, el Perú ha sido el Infierno en la Tierra hace menos de treinta años.

Probablemente Rupay no atraerá mucho turismo al Perú, pero debería cauterizar algunas de sus heridas o, como mínimo, contribuir a la exhumación de la sangre inocente que recorre este país como las fallas que provoca sus sismos. Por cierto, he aquí un cómic que en Europa podría interesar muchísimo!.

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