"Alguien muere cada cuatro minutos / en el estado de Nueva York... / Al carajo contigo y con tu poesía... / Te pudrirás y esfumarás / en el próximo sistema solar / junto con el resto de los gases... / ¿Qué carajo sabes tú al respecto?". Así son algunos de los poemas que escribió William Carlos Williams (1883-1963). Otros son así: "La Rosa se marchita / y es engendrada de nuevo / por su semilla con naturalidad / pero adónde / acudirá / salvo al poema / para no sufrir merma / en su esplendor". Ambos pertenecen a dos de sus grandes libros. El primero, a La primavera y lo demás (1923). El segundo, a Cuadros de Brueghel (1962), que le valió el Premio Pulitzer.
"No hay ideas sino en las cosas". Williams repitió y aplicó cuanto pudo esa consigna. Fiel a ella, su obra huye de las grandes abstracciones para ahondar en lo concreto y encontrar la poesía lejos de lo poético. "Objetivismo" es la etiqueta que él mismo puso a su trabajo. No es, pues, raro que se le considere el maestro de los maestros del realismo (más o menos sucio): de Robert Lowell, Carver o Bukowski. Él es, sin duda, uno de los grandes de la lírica estadounidense del siglo XX junto a nombres como su amigo Ezra Pound, Wallace Stevens o Marianne Moore. La nota completa está en Babelia.
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