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A la ya consabida disposición caótica y fragmentaria de la poética de De Ramos, en esta ocasión le suma lo que denomina voces radicales “engendradas por una sociedad que enloquece a sus miembros y produce monstruos, a los que les doy voz poética”, afirma.En el poemario desfilan personajes tan disímiles como Clímaco (el asesino del martillo) y Chacalón, como si se tratara de una mirada delirante de la realidad. Encontramos ahí una similitud con el propio libro del Apocalipsis, con el que De Ramos dialoga.
Gonzalo Pajares afirma: "La poesía de Domingo de Ramos está condenada a ser radical, como su autor, como su vida, como su manera de entender el mundo. En su sétimo poemario, su voz sigue preguntándose por la condición humana. Sin embargo, esta vez, como señala el poeta Luis Fernando Chueca, “explora un nuevo filón al recuperar frontalmente mitos que atraviesan los más cerrados nudos de nuestra desconcertada condición”. La nota llega vía Andina.
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