Un tipo en jeans y zapatillas que compra una novela usada en una librería de viejo de la avenida Corrientes y que luego se queda cinco horas con un café en el viejo bar La Paz. Aunque no lo puedan creer, ésa es la imagen que algunos mandarines del marketing tienen de los lectores de libros y de los consumidores culturales en la Argentina y en el mundo. Ese supuesto "ratón de biblioteca", en ese imaginario lleno de malentendidos, es un muchacho desgreñado y bohemio con escasos recursos, resistente al consumo y refractario a los buenos vinos, los restaurantes, los autos, los relojes, los viajes y otras delicias de la vida moderna.
Existe también la creencia de que cada vez se lee menos y de que las artes visuales son para élites. Sin embargo, la industria del libro crece y la lectura en distintos formatos se multiplica. La cantidad de narradores, pensadores, poetas, escultores, fotógrafos, pintores, músicos, dramaturgos, actores y cineastas aumenta de manera exponencial y va creando nuevos segmentos de público. (...) Y los grandes seguidores de estas diversas expresiones están en todas las clases sociales, pero principalmente en las zonas más altas de la pirámide poblacional de todos los países.
La denominada "cultura", más allá de su valoración artística y ahora hablando de ella exclusivamente como industria y como mercado, forma así una inmensa y prestigiosa minoría. Una multitud influyente que se mueve por el mundo como una marea imparable... Absolutamente imprescindible, el texto completo de Jorge Fernández está en adn.
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