Desde el momento de su muerte -y quizá desde antes- el presidente Salvador Allende emerge como un personaje que pasaría a ser parte de la memoria popular. Memoria que conserva, sobre todo, la figura del presidente combatiendo en defensa de su pueblo, atrincherado en el palacio de La Moneda sin más compañía, al decir de Neruda en sus memorias, que el corazón envuelto entre las llamas. Una honda imagen poética, sin duda. Preguntamos, al poeta Raúl Zurita, si creía que la muerte de Allende en La Moneda, desde una óptica poética, podría considerarse un acto épico mayor. "Mi respuesta -nos dijo- es muy simple: Sí".
Estamos de acuerdo con la aseveración, pues fue un acto digno de ser cantado en el tiempo. De hecho, las propias palabras finales de Salvador Allende, despidiéndose de su pueblo, están construidas con frases equivalentes a versos mayores: "no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos" (...) "Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa: me seguirán oyendo" (...) "Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor". El artículo completo le pertenece a Alejandro Lavquén y está disponible aquí.
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