En 1980, el editor Gordon Lish recibió los cuentos que darían forma al libro De qué hablamos cuando hablamos de amor y, por lo que podemos suponer, creyó que a su amigo le faltaba sangre fría. Se puso a trabajar, tacho párrafos, eliminó páginas, sacó personajes y cambió los finales de 12 de los 17 cuentos. Prácticamente lo reescribió. El volumen de 200 páginas se transformó en un libro de poco más de 100. Y aunque el escritor le rogó que no lo hiciera, publicó igual el libro. De paso, le otorgó a Raymond Carver el estilo implacable, gélido y minimalista que lo convertiría en uno de los cuentistas más relevantes de la literatura norteamericana contemporánea.
De qué hablamos… (1981) fue la consagración para Carver, pero también fue un secreto que lo atormentó en momentos en que aún se recuperaba de su alcoholismo. Nunca habló públicamente del tema. Recién en 1998 un artículo del New York Times contó la radical edición a la que Lish sometió el libro y expuso al verdadero Carver. El interesante artículo llega gracias a La Tercera.
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