En una mesa redonda en París, en el año de 1965, se reunieron un grupo de intelectuales franceses. Simone de Beauvoir, una de ellas, intenta responder a esta interrogante junto con Jorge Semprún, Jean Ricardou, Jean Pierre Fayé, Jean Paul Sartre e Yves Berger.
En la mesa redonda se discutía cuál era el verdadero poder de la literatura, cuáles eran sus límites. Para Semprún, la literatura perdía su poder de denuncia por subproductos como los medios masivos de comunicación, que eran manipulados por pequeños intereses burgueses. Defendía una literatura comprometida, pero no al servicio de ningún sistema. Simone comulgaba con Semprún con respecto al compromiso de la literatura, pero consideraba que no se debía descartar tan fácilmente a los medios de difusión masivos, ya que si estos eran bien encaminados, brindarían una muy buena información acerca del mundo en el que vivimos a un gran número de personas (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 31-44, 67-68).
Para Ricardou, la literatura no puede estar fuera del lenguaje, la literatura es exploración e investigación y, por lo tanto, parte fundamental del hombre, como dice él, “la cualidad diferencial por la cual cierto mamífero superior se convierte en hombre”... Imprescindible lectura del texto de Ana Elena Costa vía El Hablador.
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