En 1959, Julio Cortázar publica El Perseguidor, su célebre cuento sobre Charlie Parker. El comienzo (“Dédée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johnny no estaba bien, y he ido en seguida al hotel”) anticipa un festival del pretérito perfecto y el lugar que tendrá el narrador, el crítico y biógrafo que admira y desprecia al músico, que lo ayuda y explota su amistad. Es un cuento pastoso y un poco raro, que condensa episodios de la vida de Parker, aunque por razones incomprensibles se lo convierte en adicto a la marihuana y no a la heroína, con la consecuencia de que el cannabis termina teniendo efectos sobre la salud que ni las más feroces campañas de moralidad le imaginaron.
En 1988, César Aira escribe su mucho menos célebre cuento Cecil Taylor. Publicado años más tarde en antologías colectivas, es uno de los primeros textos de un autor que casi no escribió cuentos. Aira vio siempre en Cortázar un antimodelo literario y su músico de jazz le sirve para plantear una idea alternativa o antagónica del arte y los artistas. Altamente recomendable la nota publicada en La audacia de Aquiles.
De mis lecturas de juventud, en la adolescencia que pasé en Talara, recuerdo los libros de Julio Cortázar, un escritor que me abrió los ojos a las enormes posibilidades de escribir que imaginaba tenía por ese entonces.
ResponderBorrarYo quise ser escritor, lo confieso. Pudo más la difícil situación económica en mi familia, pudo más sobrevivir. Pero ahora que han pasado los años y veo a la distancia mi pasado letrado, pienso que bien pude haber valido la pena morir escribiendo, fallercer en el intento.
Gracias amigos de MAREA CULTURAL por entregarnos cada día lo mejor de la literatura.
Ernesto Tantaleán B.