A veces extraño mi máquina de escribir, que quedó sepultada en algún taller, aunque la vez que he tratado de aporrear sus teclas, he salido mal parado, y eso que era un campeón en dactilografía. Me he acostumbrado excesivamente al suave teclado de la computadora, pero hay un momento en el cual se hace imprescindible imprimir lo que uno ha escrito: el momento de la corrección. Es curioso que este adelanto tecnológico se parezca al viejo palimpsesto, al rollo bíblico, pues las letras se van perdiendo en la parte superior de la pantalla como si se enrollaran en un cilindro; lo cual torna dificultoso el arte de la corrección. Por eso, la escritora mexicana Ana García Bergua se pregunta qué pasará cuando la letra fantasma que escribe siga fantasma por el resto de sus días.
El Internet, el correo electrónico y la bloggomanía nos proporcionan un soporte jamás antes imaginado para archivar textos ajenos y propios, imágenes ajenas y propias. La mejor manera de conservar originales es tener blogs o aceptar la oferta de los servidores de correo electrónico, que nos proporcionan archivos interminables, y nos los guardan sin la fatiga de acumular papeles. O álbumes. Sin embargo, esto nos parece irreal y frágil; nos parece confiar algo tan valioso como nuestra memoria a una tecnología que no nos ha ganado la confianza... Lectura completa vía Bolpress.
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