Entre todos los cuentos que nacieron de la aguda y oscura imaginación del uruguayo Horacio Quiroga, es difícil encontrar uno que sea tan inmisericordemente trágico como la vida de su autor. Es conocida la hilera de desgracias que se entretejió en su existencia: el padre, muerto de un escopetazo accidental apenas nacido el futuro escritor; el padrastro, muerto por mano propia; el mejor amigo, muerto por un disparo azaroso del mismo Horacio; los dos hermanos, muertos en una epidemia de tifoidea; la esposa que se suicidó ante la negativa de Quiroga de abandonar la selva para vivir en la ciudad; el diagnóstico del cáncer avanzado; el suicidio de Quiroga en 1937. Un año después de su muerte, más suicidios: sus dos cómplices literarios, uno de ellos su amor imposible, Alfonsina Storni, y el otro, el crucial de sus mentores, el maestro Leopoldo Lugones. En ese mismo año, 1938, se mató también su hija Eglé Quiroga. Trece años más tarde, el menor de los hijos del cuentista uruguayo siguió el mismo camino... Imprescindible lectura vía Puente aéreo.
Recuerdo -y recomiendo- dos cuentos buenísimos de Quiroga: "Anaconda" y "El espectro"; en este último intenta transitar por el género fantástico, y vaya que lo hace muy bien.
ResponderBorrarCharly Martínez.