1993
Me pasé toda la noche, los mil quinientos kilómetros que separan Mataró de Ámsterdam, hablando con su amiga sobre por qué ella había pasado la noche con otro. A los dieciséis años eso significaba: abrazando, besando a otro; porque el amor y sus vínculos estaban todavía en las manos y en los labios. Fue una conversación absurda, como casi todo lo que en aquella época tenía que ver con el corazón y otros músculos. En un mercado de pulgas, días más tarde, compré este punto de libro o punto o marca de lectura, señalador, marcador, marcapáginas: el diccionario calla al respecto. Bookmark, me dijo el vendedor, para que la palabra y el concepto e incluso el objeto fueran lo extranjero. No sé nada sobre esa lámina, pequeña, rectangular y bella, con que enseguida comencé una colección que todavía hoy, intermitentemente, alimento. No sé de dónde procede ni cuál es su historia; parece anterior a nuestra era de clonación china y sistemática. Pura estética inútil: ese bookmark nunca ha salido de la funda en que lo guardo, caóticamente archivado junto con los centenares que lo siguieron, en una gran caja de cartón, sin jerarquía, sin etiquetas, procedencias que se olvidan, regalos anónimos, viajes propios y ajenos confundidos; sin embargo, algo hay en él de fundación. Fue la primera mujer que besé... El texto completo de Jorge Carrión vía Letras Libres.
Me pasé toda la noche, los mil quinientos kilómetros que separan Mataró de Ámsterdam, hablando con su amiga sobre por qué ella había pasado la noche con otro. A los dieciséis años eso significaba: abrazando, besando a otro; porque el amor y sus vínculos estaban todavía en las manos y en los labios. Fue una conversación absurda, como casi todo lo que en aquella época tenía que ver con el corazón y otros músculos. En un mercado de pulgas, días más tarde, compré este punto de libro o punto o marca de lectura, señalador, marcador, marcapáginas: el diccionario calla al respecto. Bookmark, me dijo el vendedor, para que la palabra y el concepto e incluso el objeto fueran lo extranjero. No sé nada sobre esa lámina, pequeña, rectangular y bella, con que enseguida comencé una colección que todavía hoy, intermitentemente, alimento. No sé de dónde procede ni cuál es su historia; parece anterior a nuestra era de clonación china y sistemática. Pura estética inútil: ese bookmark nunca ha salido de la funda en que lo guardo, caóticamente archivado junto con los centenares que lo siguieron, en una gran caja de cartón, sin jerarquía, sin etiquetas, procedencias que se olvidan, regalos anónimos, viajes propios y ajenos confundidos; sin embargo, algo hay en él de fundación. Fue la primera mujer que besé... El texto completo de Jorge Carrión vía Letras Libres.
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