El diálogo serpentea entre la palabra y la fuga. César Aira (Buenos Aires, 1949) reconoce que es difícil hablar con él: "soy ’ahuecante’, como dice un amigo. Tiendo a crear un vacío en el que la gente tiene miedo de caer". Sonríe y se parapeta en el silencio. La conversación parece desbarrancarse, pero con una voz suave, casi susurrante, Aira explica que, sin embargo, nunca se sintió bloqueado frente a la hoja en blanco: "escribo poco, media paginita por día. Siempre en papeles muy buenos (cuadernos sin renglones) y con lapiceras preciosas (unas Mont Blanc). Y todo muy despacio, eligiendo cada palabra. Mis libros son una acumulación de medias paginitas, más parecidos al proceso de dibujar que al de escribir. Dejé de traducir hace unos años; cuando me preguntan cuál es mi ocupación, no sé qué contestar. Leo casi todo el día, hago mis caminatas y veo dibujitos animados en la televisión". Ese trazo deliberadamente lento no le ha impedido ser prolífico. Más de medio centenar de novelas y varios ensayos constan en el haber bibliográfico de este autor de aspecto huidizo y parco, que viajó a España en calidad de invitado de honor de La noche de las letras. Cada 23 de abril, las librerías y bibliotecas de la Comunidad de Madrid permanecen abiertas hasta la medianoche con motivo del Día del Libro. Pero Aira, que aceptó encantado el convite, no se siente, precisamente, un profeta de la lectura. "Que lea el que quiera. Y si a los jóvenes no les gustan los libros, mejor dejarlos tranquilos. No soy ningún evangelista. Mi filosofía es esta, aunque no coincida con la de los libreros y editores", expresa con tono indiferente. Lea la entrevista completa César Aira vía La Gazeta.
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