Hace casi 6 años, era verano, descubrí a Joyce Carol Oates de la mano de “¿Qué fue de los Mulvaney?” y desde entonces he ido buceando en su extensa producción literaria – extensísima (dicen las malas lenguas que escribe una novela en menos tiempo que lo que tarda un lector en leerla) - asombrándome siempre por la calidad de sus libros. Y “La hija del sepulturero” no es una excepción. Joyce Carol Oates es una gran narradora, domina los tiempos, los ritmos y el lenguaje. Tanto da el tema, leerla es siempre el placer. Lo que en otras manos sería un culebrón se convierte en las suyas en una gran novela, en un clásico contemporáneo. La hija del sepulturero puede parecer una novela del XIX. Su estructura, la manera en la que afronta el tema de identidad, ese cuidado con el trazado de los personajes... pero esa apariencia esconde una novela totalmente moderna ya que Oates domina el ritmo, sabe cuando acelerar, cuando parar, cuando volver hacia atrás y saltar de nuevo hacia adelante añadiendo nueva información. Al igual que Richard Ford, en cada una de sus novelas, Oates nos ayuda a reconstruir la América del siglo XX. Una gozada. (Tomado de Diario de un ocioso).
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