No juzguéis a vuestro padre y alegraros de que aun esté vivo", dirá, en el mejor momento del libro, la nuera mexicana de Günter Grass. "El libro" es, claro, de su suegro y se llama Die Box: La caja. Se presenta como una segunda parte de su autobiografía, iniciada con Pelando la cebolla, que nos dejaba en 1956. Ahora, Grass sentó a sus ocho hijos (de cuatro matrimonios) en una mesa, en diversas sesiones, les puso un grabador para que hablen de su vida-infancia y se fue.
Pero, igual, es el centro. Lo que resulta es un relato en el que el padre pretende verse a sí mismo a partir de los testimonios de sus hijos. Hijos "desestructurados", que han vivido separados, con continuos cambios de casas, a merced del patriarca egoísta. Grass, que lleva años instalado en la autobiografía sin escribir unas verdaderas memorias sino tejiendo una mezcla de recuerdos y ficción, ofrece en Die Box una nueva entrega de eso. No hay allí un fresco de la vida alemana entre los sesenta y los noventa, como se dijo en algún momento, sino que las referencias al exterior son meras pinceladas. Tampoco hay un diálogo entre hermanos con un hilo argumental que sostenga un sólido retrato íntimo. "Es escritura autobiográfica, pero a mi manera, contando historias", explicó el Premio Nobel. "Estaba interesado en cómo mis hijos veían a su padre, con aquella máquina de escribir Olivetti pasada de moda, siempre escribiendo en ella".
estoy seguro queno dirá nada sobre los nazis el tío.
ResponderBorrarya debe haberse curado
gentile